Un joven de Raqa estudia la valla en la frontera de Grecia con Macedonia
El campamento fantasma de Gevgelija
El cierre de la frontera greco-macedonia deja casi vacío el campo de refugiados de Gevgelija.
Entre el infierno de Idomeni, donde 11.000 refugiados se hacinan bajo la lluvia en un campamento para 1.500, y el oasis de Gevgelija, con contenedores cinco estrellas prácticamente vacíos debido al cierre de la frontera greco-macedonia, median muy pocos kilómetros y una indudable decisión política: frenar en seco el flujo de refugiados hacia el corazón de Europa, tras siete meses de crisis migratoria que hace tiempo se ha convertido en crónica. A instancias de Austria, que el 24 de febrero convocó a sus vecinos balcánicos (macedonios, serbios, croatas y eslovenos) a una reunión a la que no se dignó invitar a Grecia —principal puerta de entrada de los refugiados a la UE y hoy una ratonera para más de 30.000 de ellos—, en el reparto regional de atribuciones a la Antigua República Yugoslava de Macedonia (FYROM, en sus siglas inglesas) le ha tocado desempeñar el papel de poli malo.
El único país de la denominada ruta de los Balcanes fronterizo con Grecia la abre y la cierra aleatoriamente —para ser precisos, más bien lo segundo— desde hace semanas, con el objetivo de no dejar pasar ni el aire para no “convertirse en un almacén de migrantes”, como ha explicado gráficamente el presidente macedonio, Gjorge Ivanov. El jefe del Estado, que no ha descartado el cierre total, recibió el miércoles en Skopje al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, para analizar la situación.
En una acción perfectamente coordinada por Austria y los cuatro países del corredor balcánico, la frontera macedonia se ha blindado con el despliegue adicional de un centenar de policías de esas nacionalidades, una barrera que puede llegar hasta los 350 agentes si la situación lo requiere, es decir, si vuelve a producirse un episodio similar al intento de cruce por la fuerza como el que este lunes derivó en batalla campal y lluvia de gases lacrimógenos del lado macedonio. Conjuntamente también, los cinco países han unificado el proceso de registro de los refugiados, con un formulario común, en inglés, para cruzar directamente de FYROM a Austria. Esos formularios son hoy papel mojado en el campo de Gevgelija, al que llegan muy pocos cada día. “Están pasando de 50 a 100 de promedio”, señala un responsable policial que lleva 16 años en la frontera. Los cinco países también han acordado organizar el transporte conjunto hasta Austria.
En los alrededores de Gevgelija no se mueve una mosca. A diferencia de Idomeni, donde el caos se desborda a lo largo de muchos kilómetros, en arcenes, sembrados, riachuelos o vías férreas transitadas día y noche por miles de personas, en la localidad macedonia no hay rastro de la crisis migratoria: ni un refugiado acarreando fardos o mantas, ni una madre apaciguando el llanto de sus hijos. Sólo un niño en pijama corretea por la entrada a sus anchas, en un campo donde todo es pulcritud y espaciosa calma, aunque la alambrada que lo separa del río alerta de la excepcionalidad de la situación; los residentes tampoco pueden salir fuera, como en Idomeni. En la comisaría de policía de la estación, junto a vagones llenos de grafitis en desuso —la única nota de color en la depresión circundante—, los agentes permanecen mano sobre mano y, a cámara lenta, remiten a las autoridades competentes en Skopje para visitar el campamento; ningún responsable ha respondido la solicitud de visita de este diario, política de puertas cerradas sensu stricto.
“Hay muchísimo más movimiento de ciudadanos griegos que van a los casinos o las clínicas dentales [ubicuas en Gevgelija, y con tarifas mucho más baratas] que de refugiados, y eso que tienen que llegar a pie hasta el otro lado, es decir, se les ve bien durante un buen tramo”, prosigue el responsable. “Obviamente, esto se debe al cierre fronterizo, pero no sabemos qué pasará en los próximos días"..
FYROM es país candidato a la UE, con el diálogo de adhesión abierto en 2012; sus ciudadanos pueden viajar libremente, sin necesidad de visa, a los países del área Schengen, y aspira a convertirse en miembro de la OTAN, pero el contencioso nominal con Grecia, que se opone desde 1991 al uso de la denominación histórica de Macedonia —de ahí el circunloquio de FYROM, nomenclatura que ha adoptado la ONU—, ralentiza el proceso de incorporación. De puertas hacia fuera, el país se muestra especialmente colaborador en esta coyuntura, “deseoso de agradar a Bruselas con la esperanza puesta en acelerar los trámites de acceso”, según Nikola Ceisic, portavoz del centro de estudios Observatorio Balcánico, “pero dentro presenta debilidades estructurales, como un indudable déficit democrático, la inestabilidad política y las tensiones étnicas entre comunidades”. En mayo de 2015 choques armados entre la guerrilla albanesa (una minoría que supone un cuarto de la población del país) y la policía dejaron una veintena de muertos en Kumanovo. La tensión comunitaria se ha reproducido esta misma semana, con protestas de los albaneses, de religión musulmana, en Skopje por la erección de una cruz gigantesca por parte de la mayoría eslava, cristiana.
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