viernes, 18 de diciembre de 2015

LO NUEVO EMERGE EN LA VIEJA CASTILLA

Candidatos de partidos emergentes en Salamanca: (de I a D) Ana Suarez (ciudadanos) Pablo Yañez, numero uno al congreso de ciudadanos; Estefanía Rodero (Podemos); y Angel Lozano (Podemos).

Lo nuevo emerge en la vieja Castilla

Ciudadanos y Podemos acaparan votos en las grandes capitales, pero también se han abierto paso en pequeñas ciudades muy tradicionales.


“Sí, sí, pon que esto es España profunda, claro que lo es”, anima la secretaria general de Podemos en Salamanca, Estefanía Rodero, al explicarle la idea del reportaje: lo duro que es para los partidos nuevos emerger en la España profunda. “Sí, en algunos ámbitos esto es aún como en Los Santos Inocentes”, dice el cabeza de lista de Ciudadanos, Pablo Yáñez. En Madrid, Barcelona y las grandes capitales somos todos muy modernos, se explica bien la irrupción de Podemos y Ciudadanos, pero otra cosa es en las pequeñas capitales, en ciudades como Salamanca. Una ciudad muy tradicional y cerrada, con un entorno rural, donde las familias de ganaderos son como estirpes aristocráticas y el principal constructor se hace una mansión copiada de La Moncloa. Aquí, en Castilla y León, es duro romper el bipartidismo, pero ya está sucediendo. Ciudadanos, según el CIS, podría obtener siete escaños en la región.
Hay 102 diputados en juego en 26 provincias que otorgan entre dos y cinco escaños, feudos bipartidistas puros donde la ley electoral hace muy duro romper ese esquema, pero lo cierto es que se puede resquebrajar el sistema y ser una de las noticias del domingo. En el terremoto de las autonómicas no llamó la atención el caso de Castilla y León, porque el PP sobrevivió, pero ocurrió algo gordo. El partido conservador salvó de milagro el Gobierno autonómico y perdió la mayoría en muchas plazas. Por ejemplo, se apeó del Ayuntamiento de Valladolid, que es como la prueba del algodón. “En Valladolid es donde hacen los test de productos de limpieza y otros, porque la gente es dura de pelar. Si pasas ahí, triunfas”, explica Yáñez, vallisoletano.
Es interesante observar de cerca a estos “Albert Rivera” de provincias. Yáñez, de 26 años, tiene maneras y empatiza con los jóvenes en las charlas de los cafés. Se afilió a Ciudadanos con 18. Fue un flechazo. “Estaba de espaldas a la tele y oí a alguien que decía cosas que pensaba yo y nunca había oído a un político”, recuerda. Se giró y era Rivera, en 2007. En Valladolid entonces el partido apenas tenía 15 personas. Al año siguiente fue a estudiar Políticas a Madrid y le dieron clase Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero, que le puso sobresaliente en Teoría e Historia del Poder.
En 2007 Ciudadanos se presentó a las municipales en Salamanca, el único lugar fuera de Cataluña junto a Alicante. En 2014 tenían 120 afiliados en Castilla y León. Ahora son 4.000. Con 480 concejales, en la región hay un tercio de todos los que ha conseguido Rivera en España. Cuatro en Salamanca.
“Me lo esperaba”, cuenta Alberto Penadés, politólogo de la Universidad de Salamanca. “Esta es una ciudad muy españolista, muy centralista, de clase media. Ciudadanos es un voto muy razonable para gente de centro-derecha que quiere renovación generacional y castigar la corrupción”. Fernando Castaño, concejal de 44 años de Ciudadanos, es nieto y bisnieto de diputados de la CEDA en la República y su tío fue uno de los últimos diputados del CDS de Adolfo Suárez. “En parte de Castilla ese voto centrista sigue existiendo, ha quedado huérfano y ahora tiene a Ciudadanos”, opina.

“Nos falta una generación”

Penadés le ve más dificultades a Podemos: “En Salamanca la acampada del 15-M fue muy importante y hay un movimiento vecinal fuerte, siempre ha habido una corriente de izquierda que no se sentía representada. Pero no sé qué recorrido puede tener”. Lo cierto es que la formación que patrocinaba Podemos, Ganemos Salamanca, metió cuatro concejales en el Ayuntamiento, una revolución. Sacaron 10.000 votos en la provincia y su objetivo es obtener 6.000 más para intentar arrancar un escaño. Se ven con posibilidades también en Burgos, Valladolid y León, pero será duro. Se comprende bien que una de las prioridades de Ciudadanos y Podemos sea cambiar la ley electoral.
“Nos falta una generación, de 30 a 45 años, que se ha ido. Nos votan muy jóvenes o muy mayores. La despoblación en Castilla es un drama”, explica Rodero, de Podemos. Es socióloga, de 34 años, y de su promoción es la única que se ha quedado en la ciudad. Los demás están en grandes capitales o en el extranjero. El Podemos salmantino, nacido en febrero de 2014, es una referencia en la región y también en Madrid. Cuentan con 1.200 simpatizantes y 200 que militan activamente. “Tenemos poca pasta, pero mucha gente”, afirma con entusiasmo. “Hemos convertido la precariedad en movilización política, hay una causa generacional muy clara.
También ha influido mucho la irrupción de medios digitales en una ciudad con un solo periódico muy conservador, y la unificación de los movimientos sociales, muy activos”. Rodero ha insistido mucho en el partido en que “a Moncloa se llega por los pueblos”. En algunos de ellos les reciben como a marcianos, pero afirma que a veces les sorprende la buena respuesta de la gente mayor, sobre todo mujeres, los pequeños comerciantes y los autónomos. A agricultores y ganaderos también les interesa que les expliquen cómo les afectan los nuevos tratados de libre comercio.
En todo caso, Ciudadanos y Podemos se tiran los trastos. Para los de Iglesias los otros son “una muleta del PP, y de uno de los PP más corruptos de España”, en referencia a que con su abstención los de Rivera les permiten gobernar, por ejemplo, en el Ayuntamiento de Salamanca y en el Gobierno regional. Para Ciudadanos, que defiende sus acuerdos puntuales con el PP, los de Iglesias son “lo viejo con cara nueva”. Se pelean por el mismo territorio de voto. 
COMENTARIO:
La mayoría en el 15-M eran jóvenes socialdemócratas criados en el seno del capitalismo, por supuesto en contra del neoliberalismo: capitalistas sin idealismos, y posiblemente algunos sin ideologías, enfadados con un gobierno y en desacuerdo con un sistema cada vez más desfasado, con la protesta como arma y sin proselitismo de ninguna clase. Sin embargo, fueron tildados de “rojos”, “perroflautas” (vagos), radicales y comunistas, lo mismo que ahora se les llama a los miembros o votantes de Podemos; acusaciones que no entran ni con calzador y resultan ridículas a estas alturas no resistiendo el menor análisis, ya que lo que se hizo a lo largo de la historia en oposición a algo que hoy no existe en su misma forma, no puede traerse al presente y pretender que encaje

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