El vídeo grabado por un grupo de militares españoles en Líbano
“Están corrigiendo la puntería. Disparan hacia nuestra posición”
Relato de la muerte del cabo Soria por artillería del Ejército israelí en el sur de Líbano.
El obús que el pasado 28 de enero mató al cabo Francisco Javier Soria Toledo al sur de Líbano no fue un disparo aislado. En el informe reservado instruido por el Estado Mayor de la Defensa, al que ha tenido acceso EL PAÍS, los compañeros del casco azul fallecido han declarado que los proyectiles del Ejército israelí empezaron cayendo lejos del destacamento de la ONU para irse acercando hasta impactar contra la torre de vigilancia donde estaba el militar. Lo que sigue es un relato elaborado a partir de las declaraciones de los militares españoles. Todos los nombres y hechos son reales:
Ghayar (en la frontera entre Líbano e Israel) 28/01/2015, 10. 00 horas. El capitán Fernando Pazo Aguilera, jefe del destacamento de la Unifil (Fuerza Interina de Naciones Unidas para Líbano) desplegado en la posición 4-28, regresa por la carretera SD1. La situación está aparentemente en calma, aunque desde el 18 de enero, cuando Israel atacó un convoy de Hezbolá junto a los altos del Golán, causando seis muertos, se espera la venganza de la milicia chií libanesa.11.00. El soldado Sergio Poyato acaba su turno de guardia en la torre interior de la posición y pasa el relevo al cabo Francisco Javier Soria Toledo, un malagueño de 36 años a punto de ser padre por primera vez. Cuando suene la alarma, Soria se trasladará a la torre principal de vigilancia, en teoría más segura porque está construida con hormigón armado y tiene cristales blindados. Allí morirá.
11.30. Poyato se dirige al cuerpo de guardia para dar novedades antes de retirarse a descansar. Mientras habla con el sargento Ramón Alexis Cardona, llaman avisando de que se ha producido una explosión al sur de la blue line, que separa Líbano de Israel. En el horizonte se divisa una columna de humo. El soldado encargado de las cámaras, Almirón Reyes, enfoca hacia la zona y ve caer otros cinco cohetes, procedentes al parecer del norte de Maiyat, en Líbano. Unos 20 minutos después se desencadena la represalia israelí.
11.30. Al llegar al destacamento, donde hay soldados españoles y salvadoreños, el capitán Pazo es informado de las primeras explosiones. Recibe una llamada del Tactical Operation Center (TOC) del batallón español, en la base Miguel de Cervantes, en Marjayún, que le ordena activar el plan Blue Porcupine (Puercoespín Azul). Dispone que se repliegue al interior de la posición el equipo que está haciendo un check point (control de carretera) y se cierren las puertas. Un blindado se sitúa en las inmediaciones del camino de acceso y otro junto a la torre principal. Varios soldados se distribuyen por los puestos de observación en el perímetro del acuartelamiento. El sargento Cardona repite por megafonía que se trata de un Blue Porcupine real; no es un simulacro como en otras ocasiones. Todo el mundo sabe lo que debe hacer.
11.40. El cabo Iván López Sánchez está limpiando el armamento en su habitación cuando suena la alarma. Recoge el casco, el chaleco antifragmento, el fusil y la pistola y, junto a los miembros de su escuadra, sube a un blindado Lince y se sitúa a la izquierda de la torre de vigilancia. No ve de dónde salen los proyectiles, pero sí dónde caen. Y lo hacen cada vez más cerca. “Con cada caída de proyectil iban corrigiendo la trayectoria, desde la localidad de Majidiye hacia la posición 4-28”, donde están ellos. Intentan avisar al cuerpo de guardia pero no consiguen enlace, ni con la radio PRG4 ni por la red Tetrapol. “Al no poder informar y viendo próxima la caída de proyectiles” baja del vehículo y se dirige a pie al cuerpo de guardia. Informa al capitán Pazo y al sargento Cardona, pero están demasiado atareados para contestarle.
11.50. El soldado Poyato tiene que renunciar al descanso. Sube al vehículo Lince con el cabo Iván y se hace cargo de la ametralladora. Los proyectiles caen en la zona de Majidiye. Algunos son bombas de racimo. “No tiene ninguna duda, porque explotan en el aire, a 50 o 100 metros de altura, y dejan caer sus cargas. Cayeron seis u ocho. También caían proyectiles entre las localidades de Slaiyeb y Rehana Berry, de racimo y artillería; unos se oían más fuertes que otros y la forma de impactar era distinta”, declara Poyato. Las bombas de racimo están prohibidas por un tratado internacional, pues actúan como diseminadoras de minas antipersona que se ceban con la población civil, pero Israel, que las usó en Líbano en 2006, no lo ha suscrito.
12.00. El sargento Julio Javier García se hace cargo del Lince que se sitúa en la rampa de entrada al destacamento, bloqueando el acceso. Debe informar de lo que sucede en la carretera. Anota la caída de proyectiles a unos 500 metros al norte, pero después de tres o cuatro explosiones observa cómo “están corrigiendo la trayectoria hacia la posición”. El capitán ordena que se repliegue al interior de la base, sin perder de vista la carretera. Aguanta todo lo que puede, pero al final se parapeta junto a la torre de vigilancia “al ver claramente que era un tiro corregido y la caída de proyectiles se acercaba cada vez más”.
"No tiene duda de que son bombas de racimo. Explotan a 50 o 100 metros y dejan caer su carga"
12.15. Al principio, el sargento Cardona cree que el bombardeo no va con ellos. Está tranquilo porque los artilleros israelíes apuntan al norte, en la zona de Ain Arab. Pero repentinamente cambian de dirección y empiezan a disparar en las proximidades de la posición: desde el oeste (Ghayar) hacia ellos. Los soldados que están apostados en los puntos de observación le avisan. Pero no hace falta, él ya nota la cercanía de las explosiones.
12.20. Desde su puesto de conductor del Lince, el soldado Christian Martínez asiste en primera fila a la escena. “Los primeros proyectiles impactan detrás de la mezquita, en la zona de Majidiye, y poco a poco van cayendo más a la derecha, aproximándose cada vez más. Identifica claramente que son bombas de racimo, porque estallan antes de llegar al suelo y se abren en racimo, como su propio nombre indica. En ese momento se dan cuenta de que están corrigiendo la trayectoria de los proyectiles, dirigiéndose hacia la posición. Las dos últimas explosiones fueron muy cercanas: una cayó detrás de la pared de hormigón del aparcamiento de visitas y la siguiente impactó directamente contra la torre de vigilancia principal”. Un lluvia de polvo y cascotes cae sobre el pavimento.
12.24. “De pronto”, recuerda el soldado Poyato, “oyó un silbido fuerte cerca, tan cerca que le provocó un pitido en los oídos, y de forma instintiva se tiró al interior del vehículo, que tiembla con la onda expansiva. Estuvo unos segundos así y cuando dejó de escuchar ruido salió, observando que la torre había sido alcanzada y un compañero gritaba: ‘¡Le han dado a la torre!”. Era el soldado Pablo Soriano, que ha salido corriendo de una garita a 50 metros de la torre. El capitán ordena que todo el mundo se meta en los búnkeres.
12.30. La situación es de extrema tensión y el brigada Bonilla intenta tranquilizar a los soldados. Hace recuento y echan en falta al cabo Soria. El soldado Poyato recuerda que la última vez que lo vio estaba subiendo a la torre de vigilancia. El sargento Carmona trata de enlazar por walkie con él, pero no le contesta. Sale del búnker y ve el casco del cabo tirado en lo alto de la torre de vigilancia. Mientras siguen cayendo proyectiles, se dirige hacia allí y se cruza con el capitán Pazo, que ordena al cabo Ostos que vaya a por una mochila de soporte vital. La puerta está bloqueada y el capitán intenta forzarla. Poyato trae un pico para echarla abajo, pero Pazo no puede esperar y la descerraja con un disparo de su fusil.
El sargento es el primero que entra en la torre. Mientras sube la escala va gritando ‘¡Soria! ¡Soria!’ sin que nadie le conteste. La trampilla de la tercera planta está cubierta de escombros. Logra abrirla y encuentra al cabo tumbado boca abajo. Parte de la cabeza y el cuerpo salen hacia la terraza. El capitán Pazo se asoma por la trampilla y ve cómo Carmona le toma el pulso, lo incorpora para facilitarle la respiración e intenta reanimarlo. Solo entonces advierte la gravedad de sus heridas. Se vuelve hacia el capitán y le da novedades: el cabo Soria ha fallecido.
En el exterior siguen retumbando las explosiones. Deciden dejar allí el cadáver. “Cuando íbamos a salir”, explica Poyato, “oímos de nuevo el silbido de un proyectil que pasó muy cerca y, en cuanto impactó, echamos a correr hacia el búnker”. Carmona envía un mensaje a la base de Marjayún pidiendo una evacuación urgente de baja (Casevac). Antes de que lleguen los sanitarios, regresa a la torre “solo para cerciorarse [o convencerse] de que su compañero efectivamente está muerto y no se puede hacer nada más por él”.
"Abandonan el cadáver en la torre porque caen más proyectiles y hay que correr al búnker"
13.15. El capitán Pazo ordena al cabo Iván López que salga con su escuadra del búnker para abrir la puerta principal y prestar seguridad a la célula de estabilización que ha venido a recoger al cabo Soria. Retiran los pinchos de la calzada, cortan el candado con una cizalla y entra la ambulancia, escoltada por dos vehículos de Caballería. El bombardeo israelí no cesa y se descarta mandar un helicóptero por razones de seguridad.
La teniente médico Miriam Rodríguez sube a la torre de vigilancia con una enfermera, un sanitario y un sargento de Caballería. Comprueba que las heridas del cabo Soria son “incompatibles con la vida”, cubre el cadáver con una manta térmica y lo bajan hasta la planta baja en una camilla cuchara. Pero cuando van a salir vuelven a caer proyectiles y tienen que abandonar apresuradamente el cadáver para meterse en el búnker.
15.15. Poco a poco las explosiones se escuchan cada vez más lejanas, en dirección al norte. Tras esperar un tiempo prudencial, los militares abandonan el refugio. El sargento Julio Javier García se ocupa de reconocer y limpiar la posición, para asegurarse de que no han quedado restos de explosivos. El personal sanitario introduce el cuerpo del cabo en una bolsa mortuoria y el equipo de evacuación pone rumbo hacia la base Miguel de Cervantes donde, a las 16.15, se procede oficialmente al levantamiento del cadáver.
Israel alega que disparó por error
Israel no niega que el obús de 155 milímetros que mató al casco azul español procediera de su artillería. No puede hacerlo, ya que Hezbolá carece de este armamento. Niega, sin embargo, que atacase intencionadamente el puesto de la ONU próximo a Ghayar y aduce que se trató de una respuesta legítima tras la emboscada sufrida por un convoy del Ejército israelí junto a las Granjas de Sheba, que dejó dos muertos y siete heridos. Si uno de sus proyectiles impactó en la posición 4-28 de Unifil
fue por error, debido a que desde las proximidades del destacamento de cascos azules la milicia chií libanesa estaba lanzando cohetes contra su territorio.
Eso es lo que ha trascendido de la investigación que el Ejército israelí ha realizado sobre la muerte del cabo Soria y en la que España ha colaborado con dos expertos del Regimiento de Artillería de Campaña número 11, con sede en Burgos. Falta por conocer el contenido del informe y si, además de reconocer la autoría del disparo, el Ejército israelí asume alguna responsabilidad. En todo caso, no se trata de una investigación conjunta, como se dijo, sino de un informe cuya exclusiva responsabilidad corresponde a Israel y cuyo resultado no vincula a España.
Lo que sí vincula a España es la investigación de la propia Unifil (Fuerza Interina de Naciones Unidas para Líbano), cuyo resultado adelantó EL PAÍS el pasado 28 de febrero. Según el documento, asumido por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, la muerte del cabo Soria “resultó del fuego de represalia de las Fuerzas de Defensa de Israel” contra Hezbolá en suelo libanés y se produjo, además, en “una posición cuyas coordenadas son totalmente conocidas por el Ejército israelí”.
El informe de la ONU reconoce que Israel avisó a las 11.39 de que los cascos azules debían permanecer en sus posiciones y evitar salir al exterior pero, cuando se le pidió más información, no la facilitó. Entre las 11.48 y las 13.43, el Ejército israelí disparó sobre la zona 118 obuses de artillería, 90 granadas de mortero y cinco proyectiles de tanque.
EN LAS MISIONES DE PAZ SE MATA, QUE VAYAN LOS POLÍTICOS QUE ALLÍ PUEDEN HACER UNA BUENA OBRA DE PAZ RECONOCIDA POR EL PUEBLO
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