"LA NOCHE NEGRA DE LA MONARQUIÁ"
El escándalo en el que se halla implicado Iñaki Urdangarin,
duque de Palma, esposo de la infanta Cristina de Borbón y yerno del rey Juan
Carlos I, atrae de nuevo la atención sobre los negocios ocultos de la familia
Real. Una cuestión hasta ahora tabú en los medios de comunicación de España.
Según la Constitución española: “La persona del Rey es
inviolable y no está sujeta a responsabilidad.” Por eso sin duda la prensa
mantiene una omertá de silencio en torno a los asuntos de la monarquía. En
cambio, entre los libros sobre Juan Carlos, destacan trabajos serios que
critican aspectos de la vida del rey con argumentos documentados y aportan luz
sobre la extravagante trayectoria de la familia Real.
Hace más de trece años, en mayo de 1998, el periodista de origen
estadounidense afincado en Inglaterra Jon Lee Anderson, escribió en The New Yorker un
amplio perfil del rey español Juan Carlos I. El texto fue censurado en España,
algo que, según comentó años después el periodista, le dejó desconcertado. En
su opinión “la actitud de los directores de medios y la percepción de un
círculo muy pequeño de que la democracia española era frágil, hacia
que se censuraran las noticias”. Tuvo que llegar el año 2006 para que se
publicase, pero fue
incluido en un dossier sobre Jon Lee Anderson publicado por la Asociación de la
Prensa de Aragón con motivo de su asistencia a un Congreso de Periodismo
Digital en Huesca. Lo curioso es que lo escrito por Anderson no era en absoluto
crítico ni con la figura del Juan Carlos I ni con la monarquía en general. Su
principal fuente era el servicio de prensa de la Casa
Real y no recogía ni un sólo comentario de algún opositor a la institución
monárquica. Sin embargo, a lo largo de sus catorce páginas se aprecian
elementos que cualquier español hubiera identificado como impublicables en
España: recuerda que Alfonso XIII, el abuelo de Juan Carlos I, tras su
derrocamiento “vivió una vida de playboy,
mujeriego, era aficionado al juego y la caza”; destaca la estrecha relación
entre Franco y el Juan Carlos I, y se hace eco de alguno de los escándalos
sexuales y económicos.
A diferencia de otras monarquías, como la
británica, la española ha estado blindada a la crítica en los medios de
comunicación. Se trata de un caso evidente de censura que está apoyado por los
directivos de la prensa y la mayoría de los periodistas, incluso los no
españoles. El periodista británico colaborador del diario El País John Carlin
hasta se jacta de esa falta de libertad. En el artículo “Reyes, guiñoles,
ingleses y democracia” publicado el año 2000 con motivo del 25 aniversario de
la monarquía afirma que “a diferencia de lo que ocurre en el Reino Unido, en
España existe una conspiración de silencio en la que participan todos los
medios de comunicación en torno a la familia real. Y tiene su razón de ser”.
Así lo explica haciendo referencia a la ausencia de la familia real española, a
diferencia de la británica, en el programa de humor Las noticias
del guiñol:
no es ninguna casualidad, claro, que la versión española [de Las
noticias del guiñol] no haga ni siquiera mención del rey Juan Carlos y familia.
Las noticias del guiñol se ha sumado a la conspiración de silencio en la que
participan todos los medios de comunicación españoles en torno a sus
majestades. (…) De los pormenores de la familia Real española el público no se
entera. Hay rumores de una cosa y otra (las reglas de la conspiración de
silencio no permiten que estos rumores se mencionen aquí), pero por lo general
lo que consumimos en los medios es la versión ¡Hola!, es decir la vida de
palacio anestesiada, idealizada y pintada de rosa.
Lo asombroso es que esa conspiración, esa falta de libertad de
expresión, esa censura, es aceptada incluso por él mismo: “Lo cual, por un
lado, habla bien del gusto y los modales del público español”. Y lo justifica
de este modo:
Lo que se debe en parte a que la familia real española esté
mucho más cerca a su pueblo que la británica. Tendrán más dinero, o vivirán
rodeados de un lujo extraordinario, pero al fin de cuentas son como nosotros,
son casi familia, piensa la gente. Los podríamos invitar a casa y comerían lo
que comemos nosotros, hablaríamos más o menos de lo mismo. (…) La autocensura
de los medios españoles ha sido, en este caso, una demostración de
responsabilidad cívica.
Recordemos que el diario El
País se encuentra en el espectro más progresista del panorama
español.
Ante esta situación en la prensa, ha sido el ámbito de los
libros donde la omertá
de silencio en torno a los escándalos de la monarquía española ha podido
agrietarse. Son muchos los libros aparecidos en España sobre la familia Real,
el monarca o su consorte, casi todos laudatorios o destinados más a la reverencia
con tono empalagoso que al rigor y la veracidad. Sin embargo, cada vez más,
comienzan a editarse y destacar trabajos valientes y exhaustivos que se
posicionan críticamente contra la monarquía, desbrozan el discurso sumiso
oficial y aportan luz sobre la trayectoria de la familia Real.
Uno de los primeros libros que destacan desde su título su
espíritu antimonárquico es del año 2000. Se firma con un pseudónimo, Patricia
Sverlo, y lo edita Ardi Bertza, un sello del entorno de la izquierda abertzale
que acabaría perseguido y clausurado por las autoridades españolas, no tanto
por este libro como por su revista periódica. El libro se titulaba Un rey golpe a golpe. Biografía no
autorizada de Juan Carlos de Borbón, no se vendía en librerías y su
distribución era por los circuitos de la revista Ardi Beltza donde se agotó. La obra era
contundente en la exposición del entramado de la sucesión tras la muerte del
dictador Francisco Franco y la transición a la democracia, destacaba la fortuna
de Juan Carlos I, sus oscuros negocios en el petróleo, el tráfico de armas, la
especulación financiera y los negocios inmobiliarios y sus amistades con una
élite económica del país que terminó enjuiciada por corrupción y en algunos
casos entre rejas. También se repasan los escándalos sexuales del rey que
suelen ser comentados en numerosos círculos sociales pero nunca saltan a las
páginas de la prensa española. Incluso se insinúa que el rey tuvo conocimiento
de la creación de los Grupos Antiterroristas de Liberación, los GAL, el aparato
clandestino de guerra sucia contra ETA creado bajo el gobierno de Felipe
González. Hoy el libro es difícil de conseguir y su difusión se realiza
básicamente por internet. La ironía y el doble lenguaje, ese estilo típico de
la pluma cuando debe sortear la censura, nunca falta en los libros críticos con
la monarquía. El último capítulo de Un
rey golpe a golpe se titula “El pudridero real”, y recrea cómo será
la pompa y el boato del funeral del rey y el alojamiento del cuerpo por lo que
se denomina “el pudridero real”, una estancia de piedra por dónde pasan los
cadáveres de los monarcas a descomponerse antes de ir al Panteón Real.
Es de justicia indicar que los principales escándalos que revela
el libro de Sverlo fueron recogidos anteriormente en otra obra que, si bien no
se centraba en la figura de la monarquía, sacó a la luz una información muy
valiosa sobre las corrupciones en torno a las finanzas de la realeza. Se trata
de El negocio de la
libertad (Foca, 1999) una obra del periodista especializado en economía
Jesús Cacho centrada en la trayectoria del grupo de comunicación Prisa y en su
propietario y fundador, el ya fallecido Jesús Polanco. A diferencia del de
Patricia Sverlo, éste fue ampliamente difundido con un gran éxito de venta,
pero los escándalos que en él se destapaban eran tantos que los del rey no
destacaban entre todo el panorama. Por otro lado, iniciar un mínimo
procedimiento legal sobre la obra sólo hubiera servido para aumentar la
difusión de todas las tropelías financieras que allí salían a la luz y que
afectaban a una gran parte del sector político y económico de la España de
Felipe González. Por otro lado, Jesús Cacho no es un periodista de izquierdas,
y mucho menos antimonárquico militante, esto hacía que sus denuncias tuvieran
mucha credibilidad en amplios sectores sociales. Enterrado entre las 640
páginas de un libro sobre Prisa y Polanco se encuentran impresionantes datos
sobre el monarca español. Su probable conocimiento de la guerra sucia contra
ETA: “El Monarca debió conocer, a través de los despachos semanales que
mantenía con el presidente del Gobierno, la operación en marcha para responder
al terrorismo con las mismas armas”. En cuanto a su papel, presentado casi como
heroico, en el fallido golpe de Estado del 23-F, Cacho, basándose en unas
declaraciones de la reina difundidas por la periodista Pilar Urbano señala que
“cabía deducir que el Rey había jugado a dos bandos en las fechas previas al
23-F”. Afirma que Juan Carlos I comenzó a amasar su fortuna tras conseguir la
Corona y comenzar a embolsarse comisiones del petróleo que España importaba
para cubrir sus necesidades de energía. Otra vía éticamente discutible para
enriquecerse fue la de utilizar su cargo para pedir a algunas petromonarquías
del Golfo y al Sha de Persia ayuda económica personal y para “defender a España
del socialismo”. Por ejemplo diez millones de dólares a éste último y otro
tanto al rey saudí dando por sentado que alguna forma política buscaría el
monarca español para reconocerles su aportación. Cacho incluso publica la carta
que envío el español al persa. Otro escándalo fue las maniobras de Juan Carlos
I para conseguir que le compraran un barco de lujo porque el que tenía ya le
resultaba demasiado viejo. La moderación política de Jesús Cacho le lleva a
plantear constantemente que todas esas escandalosas acciones son resultado más
de la falta de escrúpulos de los “amigos” y “asesores económicos” del rey que
del propio monarca. Ello no le impide al periodista exponer una imagen bastante
patética de Juan Carlos I: “El Rey no lee libros ni periódicos: se limita a
hablar por teléfono las veinticuatro horas del día, lo cual conforma en
ocasiones en su coronada testa un galimatías morrocotudo. Cuantas veces y voces
han pretendido dotarle de algún tipo de asesoría o consejo de notables, una
simple tertulia con la que reunirse de forma periódica para hablar con cierta
profundidad de algunos temas, han fracasado. Al Monarca le interesan más los
tipos divertidos, alegres, simpáticos, ricos mejor que pobres, hábiles en el trato
con las mujeres y en los negocios”. Ramón Akal, el editor que publicó el libro
de Cacho recuerda que fue encargado por otra editorial que, tras leerlo,
decidió pagarle al autor la cantidad estipulada como adelanto pero se negó a
publicarlo. “Por otro lado -señala Akal- tuvo que enfrentar el silencio de los
medios y las dificultades con las grandes distribuidoras. Eso sí, la respuesta
del público fue muy positiva. ¿Por qué entonces ocultar información cuando es
veraz y relevante?”
En España, ni la prensa seria ha informado de los escándalos
financieros de Juan Carlos I a pesar de que sus socios han protagonizado
portadas, juzgados y hasta prisiones; ni la prensa amarilla, tan popular en el
país, ha prestado atención a sus devaneos amorosos y sexuales. Cuando la
revista italiana Oggi
anuncia en 1988 la existencia de un hija del monarca con la condesa italiana
Olghina Robiland el silencio es total en España. Y cuando la condesa confirma
esa relación, insinúa la paternidad e incluso encuentros con Juan Carlos I
estando ya comprometido con Sofía de Grecia en un libro editado en Italia en
1991 y dos años después en España, la difusión de la obra fue muy limitada. Su
traductor del italiano a español, Juan Vivanco, comenta extrañado lo sucedido:
“Cuando lo traduje, ingenuamente, creí que la industria del chisme se iba a
ocupar necesariamente de él. Pero no hay nada más regulado y autocensurado que
esa industria”. En cuanto a la distribución del libro, afirma: “No lo vi en
ninguna librería, a diferencia de todas mis otras traducciones, por lo general
dirigidas a un público mucho más reducido”. El libro, al igual que el de Un rey golpe a golpe,
no está ya disponible en las librerías. Los escándalos de faldas del rey tienen
un papel importante en todos los libros críticos, su presencia está justificada
porque supusieron pagos de fondos reservados para silenciar mujeres de renombre
en el mundo artístico, tráficos de influencias e intervenciones de los
servicios secretos para resolver algunos desaguisados. Sobre esta faceta y sus
consecuencias con resultado de descendencia trata otro libro Los hijos silenciados de los
Borbones, de David Garrido (Arco Press, 2005).
Un autor que destaca entre los libros antimonárquicos es un
militar, el coronel Amadeo Martínez Inglés. Se trata un oficial encarcelado
durante cinco meses y expulsado en 1990 del ejército debido a sus locuacidad en
los medios de comunicación defendiendo la profesionalización del ejército
español. Sus obras se caracterizan por su carácter provocador y polémico. En
2001 publicó 23-F. El
golpe que nunca existió (Foca), en el que implica a Juan Carlos I,
además de otras fuerzas políticas y militares, en el intento de golpe de Estado
protagonizado por el teniente coronel Tejero que, durante unas horas entre el
23 y el 24 de febrero de 1981, tomó con las armas el Congreso de Diputados con
un grupo de Guardias Civiles y retuvo a todos los parlamentarios. En febrero de
2008 Martínez Inglés publica Juan
Carlos I, el último Borbón (Styria), donde no duda en calificar al
sistema político de “dictadura en la sombra por parte del monarca español”.
Martínez Inglés volvió a publicar otro libro en 2009 donde de nuevo implica al
rey en el golpe de Estado del 23-F. Se trata de La conspiración de mayo. El "Alzamiento
Nacional" que preparó la derecha castrense para el 2 de mayo de 1981 y que
frustró el 23-F ( Styria).
Otros dos libros interesantes sobre/contra la monarquía aparecen
en 2009. Uno de ellos es del periodista Iñaki Errazkin con título elocuente: Hasta la coronilla. Autopsia de
los Borbones (Txalaparta), cuya principal aportación es un riguroso
repaso a los antecedentes históricos de los Borbones en un capítulo titulado
con ironía y doble sentido “Los muertos de Juan Carlos Primero”. Allí encontramos
todas las miserias y taras de la estirpe, que no son pocas: “la degeneración
que causa la continua endogamia, la soberbia y la impunidad inherentes al
poder, ya sea absoluto o relativo, son elementos que no ayudan precisamente a
forjar un carácter virtuoso, y los Borbones no son una excepción”. Ya desde el
principio, como hacen la mayoría de los autores, Errazkin advierte del peligro
de escribir con honestidad sobre el rey español: “escribir un libro biográfico
sobre los Borbones, especialmente si en él se menta al irresponsable monarca
reinante [según la Constitución española “La persona del Rey es inviolable y no
está sujeta a responsabilidad”], es hoy una actividad de riesgo”. Como siempre
que se escribe en condiciones de dudosa libertad, la ironía y el doble lenguaje
forma parte del estilo: “Prepárese, pues, el lector o lectora a asistir a un
acto político-forense, a una adelantada autopsia periodística de una monarquía
de cuerpo presente. Se recomienda usar la preceptiva mascarilla”, señala el
autor en la introducción. La contundencia del texto es indiscutible, Errazkin
presenta, según sus palabras, “una hoja de ruta [de Juan Carlos I] en la que no
faltará el homicidio, el perjurio y la traición”. Especial atención le presta a
un capítulo de la vida del monarca que ha sido silenciado en las biografías
oficiales del rey: el disparo de pistola con el que mata, siendo niño, a su
hermano menor y que le catapulta al primer lugar de la línea sucesoria, y el
rechazo absoluto del padre a que se realizase autopsia alguna o investigación.
No falta un repaso a los hijos del monarca y sus consortes, donde se encuentra
drogadicción, suicidio, secretos silenciados a golpe de talonario con fondos
públicos y sexo.
Por último destacamos la obra del senador Iñaki Ansagasti, ex
portavoz del Grupo Parlamentario Vasco en el Congreso. Se trata del libro Una monarquía protegida por la
censura (Foca, 2009). Anasagasti denuncia la “conspiración de
silencio, en la que participan políticos, personalidades de todo tipo y medios
de comunicación social, en torno a la familia real para seguir diariamente
manteniendo la convención de que es ésta la única fórmula válida en la
actualidad para que España no se rompa o para que no acabemos a garrotazos los
unos contra los otros”. El senador vasco afirma que escribe este libro porque
“es preciso ir diciendo que el rey está desnudo, que su legitimidad de origen
no es democrática, por más que aparezca en títulos y artículos de una
Constitución aprobada democráticamente en 1978; que su vida privada no es nada
ejemplar; que sus gastos y sus relaciones de amigos comisionistas son
impropios, y que su falta de responsabilidad ante el delito es algo único en
una Europa democrática”. El valor de este libro es múltiple: la legitimidad
representativa del autor frente a la del monarca, la experiencia institucional
de quien se ha enfrentado al aparato institucional de blindaje de la monarquía
y las numerosas oportunidades del autor de poder haberse dirigido al monarca
personalmente en “casi cien cenas en Palacio”, con todo lo que eso da para
anécdotas y confidencias. En una de ellas, revelada en el libro, con motivo de
la participación española en al invasión de Iraq, el rey le respondió que “a él
como militar le gustaba la guerra”. A lo que Anasagasti le respondió “que por
qué no se iba a Iraq o mandaba a su hijo a aquella locura”. El autor afirmó en
una entrevista periodística que la monarquía española no resistiría las
críticas que aguanta la británica (Público,
4-7-2009). En su libro, Anasagasti repasa el servilismo de la prensa española
hacia el rey, revela muchas discusiones con políticos gobernantes y entorno de
la familia Real, e informa y reproduce numerosas de sus iniciativas
institucionales como preguntas parlamentarias al gobierno o al presidente del
Congreso, propuestas de enmiendas, cartas públicas a ministros o al rey que, a
pesar de formar parte de la vida institucional pública, fueron sistemáticamente
silenciadas en los medios. De modo, que el senador tuvo que publicar un libro
para que los españoles pudieran conocer su labor institucional en lo referente
a la monarquía. Un libro que, como no podía ser de otro modo, no gustó a
algunos poderosos puesto que le cancelaron alguna invitación en televisión
cuando lo leyeron. Este libro también fue editado por Ramón Akal, quien
recuerda que se repitió la historia del libro de Jesús Cacho, aunque con
editoriales diferentes, es decir, fue encargado y después se negaron a su
publicación. “Lo curioso -afirma Akal- es que el contenido recogía lo que el
autor ya había expuesto en reiteradas ocasiones a lo largo de su carrera
parlamentaria; tal vez lo que no acabó de 'convencer' fue el que ahora se
pusiese negro sobre blanco. Y nosotros nunca hemos tenido problemas en publicar
libros cuando están escritos con rigor y son veraces, por incómodos que
resulten; al fin y al cabo, estamos cumpliendo con el derecho constitucional 'a
comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de
difusión' (artículo 20, 1a). Tras su publicación, el mismo silencio de los
medios, los mismos problemas con algún que otro gran distribuidor… y la misma
reacción positiva del público. Está claro que la gente quiere saber”.
Para intentar sanear la imagen de la monarquía, se hizo toda una
campaña para presentar el presupuesto de la Casa Real como un ejemplo de
austeridad presupuestaria mediante un recorte del 5'2 % para 2011, quedando en
8'43 millones de euros. Lo que no se dice fácilmente en España es que a esa
cantidad había que sumarle otros 415.040 euros para viajes del rey, según
presupuesto de 2010; 6'2 millones de euros del sueldo de 135 empleados de la
Casa Real sin contar los honorarios de los policías, y otros 17'9 millones para
el mantenimiento de las residencias. Son todos estos elementos, ocultos en los
medios de comunicación, los que salen a flote sólo gracias a los libros. A
pesar de ello, Ramón Akal considera que no existen suficiente obras y
suficientemente claras sobre la monarquía española: “siempre que están escritas
desde el rigor y la crítica razonada, nunca son suficientes; eso sí, en el caso
que nos ocupa creo que ni siquiera se ha alcanzado el mínimo de suficiencia que
cabría considerar razonable”. En su opinión, tampoco se ha avanzado lo
suficiente en superar el tabú, basta el ejemplo de la negación de publicación
de los libros de Jesús Cacho y el de Iñaki Anasagasti por parte de las
editoriales que los encargaron. Aunque pasaron diez años entre uno y otro, el
hecho se repitió. “La situación, por tanto, no ha cambiado nada”, afirma Akal.
La conclusión final es que, en España, con todos los obstáculos,
los libros han logrado ser la única válvula de escape y transparencia a las
críticas y denuncias contra la monarquía. Decía el periodista polaco Riszard
Kapuscinski que el criterio censor de la dictadura en su país ante un reportaje
crítico era publicarlo en una revista de minoritaria difusión en lugar de
dejarle sitio en la prensa masiva. Esa misma es la explicación de lo que sucede
en España con los trabajos contra la monarquía, la prensa masiva los condena al
silencio, y sólo el ámbito siempre minoritario de los libros deja lugar para la
crítica. La duda entonces será plantearse por qué la Polonia de Kapuscinski se
consideraba una dictadura sin libertad de expresión y la España de Juan Carlos
I, una democracia con libertad de expresión.
Todo esto vuelve a plantearse desde que estalló el “escándalo
Urdangarín” en el que se halla implicado el yerno del Rey a través de su
empresa de asesoría Nóos en el “caso Palma Arena” y la “Operación Babel”. Al
parecer, Iñaki Urdangarín impulsó la actividad y contratos de Nóos, que por sus
estatutos carecía de ánimo de lucro, y presentó al cobro facturas de su firma
Nóos y de la inmobiliaria Aizoon, cuya propiedad comparte con su esposa la
infanta Cristina de Borbón.
En cinco años, la cifra de negocios de Nóos rondó los 10
millones de euros, según la contabilidad del complejo entramado de asesorías y
empresas organizado, que Fiscalía Anticorrupción ha examinado. Se ha
identificado a una firma del grupo que transfirió cerca de medio millón a una
cuenta de una sociedad en un paraíso fiscal. Fiscalía Anticorrupción ha
detectado también un agujero de un millón de euros en partidas no justificadas.
Esta es la base para la acusación penal de supuesta
“malversación de caudales públicos”. Y la pregunta que muchos observadores se
hacen es: ¿en qué medida el Rey Juan Carlos estaba al corriente de estas
operaciones? ¿Cómo es que nadie, en la familia Real, se interrogó sobre los
orígenes del colosal y rápido enriquecimiento del esposo de la infanta
Cristina?. Muchos elementos en torno a la familia Real despiertan indignación y
cada vez cuesta más silenciarlos: denuncias financieras y de corrupción,
fortuna personal de oscuro origen, la burla de que sus viviendas, yates,
vehículos, etc… sean de titularidad del Estado para que sea el dinero público
el que deba mantenerlos y repararlos, oscurantismo en su financiación pública
de la que no debe rendir cuentas, desmanes sexuales…
Todos estos elementos, oscuros en los medios de comunicación,
salen a flote sólo gracias a algunos libros que han logrado ser la única
válvula de escape a las críticas y denuncias contra la monarquía.
Pascual Serrano es periodista. Su último libro es "Contra
la neutralidad. Tras los pasos de John Reed, Ryzard Kapuścińsky, Edgar Snow,
Rodolfo Walsh y Robert Capa" . Editorial
Península. Barcelona
Este texto es la versión ampliada del publicado en la edición
española de Le Monde Diplomatique de diciembre de 2011.
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