miércoles, 8 de octubre de 2014

EL PROTOCOLO PARA EL ÉBOLA DEL GOBIERNO PROPIO DE PEPE GOTERA Y OTILIO

Traslado de la auxiliar de enfermería desde el hospital de Alcorcón

Una cadena de errores cuestiona la actuación en el caso de ébola

La investigación apunta a que Teresa Romero se contagió al quitarse el tercero de los trajes de protección

Sanidad admite que se debió adelantar su ingreso.

Una cadena de errores ha llevado a la situación actual del ébola en España, con la auxiliar sanitaria Teresa Romero Ramos, de 40 años, infectada; su marido, Javier Limón Romero, en aislamiento y más de 50 personas en observación, de los que 22 son sanitarios, amigos y familiares que, sin la protección adecuada, estuvieron en contacto con la técnica cuando ya estaba enferma. Los otros 30 son los profesionales que compartieron con Romero el cuidado de Manuel García Viejo, el misionero repatriado que falleció de ébola el 25 de septiembre en el Hospital Carlos III, donde trabaja la afectada. Una aplicación estricta de los protocolos y una serie de decisiones y retrasos poco claros se sucedieron hasta agravar lo que ya era de por sí una situación muy preocupante: el primer contagio entre humanos de esa enfermedad fuera de África.
El primer error es el que ocasionó la infección en sí misma. Tanto las autoridades como los sanitarios implicados insisten en que todo se hizo de acuerdo con los estrictos protocolos de seguridad. Todavía no hay conclusiones definitivas sobre lo que sucedió, pero fuentes de la investigación apuntan a que el fallo pudo producirse al quitarse Romero el tercero de los trajes superpuestos que llevaba como protección.
Ese fallo, si se confirma que fue así, pasó inadvertido para la mujer, quien en ningún momento informó de que hubiera habido problemas —ni guantes rotos ni pinchazos con agujas o salpicaduras indeseables—. Su última tarea fue limpiar la habitación donde había fallecido García Viejo en el complejo hospitalario La Paz-Carlos III. Después, se fue de vacaciones. Solo tenía una instrucción: vigilar su temperatura dos veces al día y, si notaba algo anormal, contactar con el Servicio de Riesgos Laborales del hospital. Es el seguimiento que reciben todos los que han estado en contacto con enfermos de ébola.
Pero, pocos días después, comenzó a sentirse mal. Ello no le impidió presentarse con otras 20.000 personas, el pasado 27 de septiembre, a las oposiciones para consolidar su plaza de auxiliar en la Comunidad de Madrid.
El primero de los puntos negros de la historia ocurrió poco después, el 30 de septiembre, fecha que dio el lunes el director general de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid, Alberto Alemany, o el 29, según otras fuentes. La mujer, con febrícula —temperatura inferior a 38 grados— y astenia —debilidad—, llamó al hospital. Los síntomas todavía eran vagos, como explicó Alemany, y le indicaron que acudiera a su centro de atención primaria, en Alcorcón (Madrid), donde reside. Fuentes del ambulatorio han informado de que en ningún momento se identificó como una profesional que había estado con enfermos de ébola, y se fue a su casa con una receta de paracetamol.
Este primer contacto para notificar un empeoramiento en su salud parece clave en el proceso. Tanto que ayer el coordinador del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, admitió en declaraciones a la SER que quizá no se tenía que haber seguido al pie de la letra la reglamentación. “Ante una persona en seguimiento, quizá habría que haber aplicado un protocolo de aislamiento”, dijo. Esa posibilidad se descartó porque “la fiebre era baja, lo que hacía que el cuadro no fuese obvio”. Las instrucciones de los servicios sanitarios son esperar hasta que la fiebre supera los 38,6 grados para considerar que se trata de un posible caso de ébola. Con ello se intenta evitar ingresar a todas las personas que tengan un proceso febril, ya que se supone que esa temperatura es un umbral bajo el cual el afectado no tiene un virus demasiado activo, y, por tanto, no es contagioso.
Las compañeras de Romero supieron de su fiebre desde el principio. En el chat que comparten, ella avisó de que tenía unas décimas y preguntó a qué temperatura debía llegar para avisar. Oficialmente son 38,6 grados. Sus colegas critican que eso se debería haber aplicado para alguien que “pasaba por allí”, no para una sanitaria que tuvo contacto directo con los dos pacientes fallecidos —García Viejo y el también misionero repatriado Miguel Pajares—. Igual opinan fuentes sindicales del hospital: “¿Por qué no la trataron antes?”. La paciente está siendo tratada con anticuerpos de supervivientes del contagio.
El relato de lo sucedido desde entonces varía según las fuentes. Días después —al menos el 2, y, según una portavoz de CSIF, más veces— Romero volvió a llamar al hospital para informar de su malestar. Ese día resulta otro momento clave. Según fuentes sindicales, ya tenía más de 38,6 grados, pero no se activó ningún protocolo ni se decidió su aislamiento. Medios oficiales indican que esta temperatura no se alcanzó hasta el 6.
Ahí hay otra de las actuaciones incomprensibles en este caso. Según fuentes sanitarias, el lunes pasado, la mujer telefoneó al Carlos III porque se encontraba “fatal”, pero le indicaron que llamara al Servicio de Urgencias de Madrid (SUMMA) y acudiese a su hospital de referencia, el de Alcorcón. Eso hizo, y fue trasladada por personal sin protección especial que la llevó a un centro no especializado donde estuvo varias horas en urgencias. Parte de las 21 personas ahora en observación son quienes estuvieron en contacto con ella en ese periodo.
Tampoco el proceso en el hospital resultó muy diligente. Trabajadores del Hospital de Alcorcón aseguran que la mujer llegó avisando: “Me temo que tengo ébola”. Pero la bajada de la ambulancia y el primer tratamiento hasta que fue aislada en un cuarto de urgencias lo realizó sin más protección que unos guantes y una mascarilla. Ahí estuvo desde primera hora de la mañana hasta pasada la medianoche, cuando fue trasladada al Carlos III. De ese tiempo, más de seis horas fueron las que pasaron desde que se confirmó el diagnóstico hasta que la recogió la ambulancia: no había un transporte adecuado.
COMENTARIO:
Como siempre la chapuza. Que no intenten culpar a la enfermera ni a nadie que no sea el gobierno y su Ministra de Sanidad por irresponsable al importar una "bomba biológica de gran poder destructivo" sin tener los medios de control necesarios ya que el único hospital de nivel P4,se desmanteló con los recortes. Y aún así los dos enfermos ya estaban desahuciados. Fue un riesgo innecesario ya que estos casos de contagio grave se tratan in situ, es decir, trasladando, como están haciendo Cuba y EEUU los equipos necesarios al lugar de la epidemia

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