lunes, 13 de enero de 2014

EL PUEBLO DE BURGOS SE MOVILIZA CONTRA EL DESPOTISMO

El mensaje de Gamonal.
En Gamonal, Burgos, están quemando contenedores porque el ayuntamiento quiere levantar un bulevar y convertirlo en un paseo. Vista la cosa en damero, el movimiento de torre municipal desata una invasión de los peones y acaba con más de un alfil magullado. La partida, inverosímil, desata una reacción en las redes sociales. Cosas que he leído por ahí:
– ¡Que se extienda!
– ¡La mecha ha prendido!
Me llama la atención, sinceramente. Me extraña que se levante la calle por levantar una calle. Pero vamos a olvidar el hecho en sí y a reflexionar sobre las reacciones, el correlato. Hace tiempo que oigo en los taxis, en los bares y los mercados de abastos comentarios incendiarios. Los oigo brotar como llamarada de los labios de una jubilada con pinta adorable, convertida en dragón por el padecimiento de hacer la compra, con una pensión de 500, para el hijo de cuarenta, la nuera de treinta y dos y los dos nietos de nueve y seis. Los cuatro en paro, niños incluidos. Le dice a la otra señora que hace cola con ella:
– Pos ya le podían meter una bomba a ________.
Dejo la línea de puntos como en un curso de terrorismo por correspondencia. El ánimo ciudadano está llegando a un punto de ebullición donde se cuecen los espaguetis de la dieta low cost. Con el agua hirviendo hay que tener mucho cuidado. Cuando la ciudadanía se convierte, por fuerza de pobreza, en pueblo, cualquier cosa puede esperarse. El pueblo nunca ha sido un buen estratega. El pueblo da la coz contra el policía, a quien pone el gobernante como barricada precisamente para eso. Queda una foto nada estética, terrible, exagerada. Es una coz metafísica las más de las veces, que las menos se concreta en pedrada y acaba con un herido de diversa consideración. La imagen, desagradable, nos aleja unos instantes de la gran herida. No queremos ver la violencia convertida en coz, pero la violencia real está en las cifras del país y en la lentitud de la supuesta recuperación.

– ¿Recuperación?
Yo salgo mucho a la calle. Pongo el oído más cerca del suelo que de las cúpulas ministeriales. Me preocupa más lo que dicen mis parientes que lo que dicen los ministros.
– Si se cargan a ________, yo no iba a llorar.
Me lo decía un hombre en la localidad de Y., arrasada por el paro (40%), que se ha salvado de un desahucio negociando con el banco de toda la vida. Él pierde el dinero invertido, la casa se la queda el banco, pero –desenlace recomendable, aunque mediocre– puede vivir pagando un alquiler relativamente bajo. Con ayuda de familiares y amigos se puede contentar al cíclope en su dieta de ovejas crudas. Siempre me fascina que alguien tan desesperado y tan loco como para suicidarse porque lo van a desahuciar no se lleva a un pobre banquero, antes, por delante. Entrevisté a un famoso cantante español de canción ligera hace dos años. Me dijo:
– Demasiado bueno está demostrándose el pueblo español. A mí me extraña que no haya pasado ya algo gordo. Que no se haya montado una a la griega.
¿Está empezando? Gamonal protesta con violencia no por las obras públicas, sino por la demolición pública, por la sordera de los gestores de lo público. Muñoz Molina recomendaba una revuelta cívica en Todo lo que era sólido. Pero civismo tiene que ver con ciudadanía, no con pueblo.
No quiero ver mi país encendido de contenedores en llamas. Nadie quiere ver eso. Nuestros políticos, tan sordos, tan alejados de la sensibilidad, tampoco quieren verlo. Pero es que ellos no se mezclan con la gente, no escuchan las cosas que escucho yo. Hay que poner atención a los mensajes. El ánimo está virando del desasosiego a la agresividad. Miro el reloj de la violencia, escucho los cuartos. ¿Queda tiempo en la mansedumbre española?
Temo que, mientras escribo esto y miles de personas sacan sus conclusiones sobre la explosión en Gamonal, otros más perversos, más salvapatrias, más silenciosos estén planteándose un mensaje de terror. ¿Vivo en una España que corre hacia la revuelta? Con alarmante frecuencia, en la calle, escucho que sí. ¿Hay otra alternativa? Un diálogo social. Volver a negociar las condiciones del divorcio que, desde la crisis, se dio entre el poder y la ciudadanía.
Vuelvo a leer Luces de bohemia, donde aparece otro Gamonal, un ¡Muera Maura! en aquella España prerrevolucionaria que corría hacia el desastre. Vuelvo también a El mundo de ayer, de Stefan Zweig, donde el austríaco reflexionaba:
– Fatalmente pronto se hizo evidente lo fácil que resulta trabajar con el odio.
Me pregunto: en una situación de descrédito de las instituciones, de desesperanza, pese al sutil aliento de la macroeconomía, de desconfianza pese a las palabras de ánimo; en un tiempo en que las consignas se afilan y resulta tan difícil encontrar un juicio sereno, en que el peatón más insustancial saca las garras y admite que la violencia callejera podría ser soportable, ¿serán capaces los gestores de escuchar el mensaje de Gamonal?
 
COMENTARIO:
Llevo todo el día leyendo razonamientos alambicados y llamadas a la no violencia, etc, cuando la situación es muy simple:

El alcalde quiere hacer una obra para trincar comisiones, y el beneficiario es un mafioso local que además es dueño del periódico con más tirada, y además ha estado ya en la cárcel por golfo.

Mientras tanto, los vecinos lo que sacan es perder plazas de aparcamiento, y que les vendan concesiones a veinte años por 20.000 euros del ala, que irán a parar directa o indirectamente a los bolsillos del golfo dueño del periódico y algo pillará también el alcalde



 

 

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