Canas y ojeras.
El aspecto de los políticos con responsabilidades.
Se han fijado ustedes en la pinta de Obama últimamente? Está hecho una pena. La presidencia de los Estados Unidos la está sentando fatal. Ojeroso, encorvado, canoso... ¿Qué fue de aquel grácil y juvenil sujeto que tanto nos ilusionó? Pues hoy parece su abuelo.
Y es que no acabo de entender el efecto adictivo que tiene para muchos la política cuando compruebas que, una vez alcanzada la cima, el deterioro se produce a una velocidad de vértigo. Suárez salió de la Moncloa hecho unos zorros; Felipe encaneció y desarrolló unas ojeras tremendas; Aznar fue dejar el cargo y espolletar hasta convertirse en Abdominator; ZP adquirió una tristísima tonalidad grisácea; y a Mariano se le ha puesto la barba como a Santa Claus, que no el pelo de la cabeza, ¿milagro o tintorería?
Recuerdo pocos ejemplos de individuos que hayan mejorado físicamente durante su etapa en política. José Bono es uno de ellos, que fue pasar de gerifalte autonómico a mandamás nacional y brotarle una mata de pelo espectacular, que ya la quisiera su consuegro Raphael. Y Durán i Lleida, un artista del complicado arte de vivir como un marqués en cualquier circunstancia. Bueno, y Pepiño Blanco, que se nos puso de tal modo orondo que con un hábito por encima pasaría por fraile chocolatero. Los demás están hechos un asco. De hecho, si uno se encontrara a Rubalcaba por la calle, así como apoyado contra una pared, todavía le daba una limosna. Y es que la lucha por el poder, primero para llegar y luego para mantenerse, ha de ser agotadora. Los presidentes americanos acaban derrengados. Otros recurren al cirujano plástico para tratar de disimular la decrepitud, algo que no siempre consiguen y que, incluso puede dar resultados adversos. Y si no que se lo pregunten a Silvio bunga bunga, que me lo han dejado como un muñeco de José Luis Moreno.
Bueno, y no hace falta marcharse tan lejos. ¿Han visto ustedes últimamente al Alcalde de Mieres? Ay mamina, qué trazas. Cojitranco, todo abollado del costado derecho, con una especie de tendal que le sale de una mano y flaco que le cuelgan los pantalones. ¡Con lo hermoso que lo teníamos antes de meterse en este lío! Vaya ganas, de verdad.
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