Con un déficit acumulado de 300 millones, sin patronos sanitarios al frente —renunciaron en bloque el pasado 7 de junio y no han sido sustituidos—, y con sus cuentas bajo la lupa judicial por un presunto caso de malversación, estafa y delito societario, el Hospital de Sant Pau de Barcelona no solo sigue adelante sino que lo hace con honores. Considerado por la OCU como uno de los diez hospitales españoles de referencia y el mejor valorado por los usuarios en Cataluña, el Sant Pau, cuyo máximo órgano de gobierno integran la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona y el Arzobispado, sobrevive en fuego cruzado prestando asistencia a una población de 350.000 usuarios e incubando excelencia científica.
Ante la crisis, imaginación
Clínicos e investigadores luchan día a día de la mano para que el centro que trasplantó el primer corazón de España no entre en una arritmia. Su investigación mantiene el nivel de producción y excelencia gracias a la entrega e inventiva de sus profesionales. Ante la falta de recursos... imaginación. Quizás por ello, el departamento de Inmunología de la Fundación de Investigación del hospital no ha tirado la toalla y, pese al reducido presupuesto del que dispone, mantiene firme el pulso de productividad científica publicando en revistas de referencia como «Plos One», «Journal of Leukocyte Biology» o «Immunobiology». La bióloga Silvia Vidal, responsable de la unidad, regresó al Sant Pau en 1998 tras una estancia de cuatro años en California.
Desde entonces, ella y su equipo no han dejado de luchar para mantener alto el listón de su trabajo pese a que los recursos han ido menguando. Entrar en su departamento es hacer un viaje al pasado. Su unidad convive con otras de distintas especialidades en un viejo módulo prefabricado atiborrado de aires acondicionados (algunos llevan años sin funcionar). El espacio, que aunque ajustado resulta agradable, lo han acondicionado con material de sus casas e incluso de los contenedores. La falta de recursos les ha obligado también a hacer ajustes drásticos en el material del laboratorio, que renuevan a base de utensilios que traen de sus casas y de objetos adquiridos en tiendas «low cost».
Disqueteras armadas con cajas de bombones para guardar muestras de anticuerpos (pueden llegar a contener material valorado en 10.000 euros), cajas de café o galletas en las que esterilizan material, o botes de cristal de una conocida crema de chocolate para guardar pipetas son solo algunos ejemplos de hasta dónde puede llegar la imaginación de un científico para salvar sus proyectos. «También usamos botes de espárragos de cristal para esterilizar y cajas de diapositivas como incubadoras para detectar proteínas», explica la bióloga, que destaca el mérito de su equipo por mantener el listón optimizando costes. Teme, sin embargo, que si sigue la crisis no baste con imaginativas soluciones.
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