La Europa del «cambiazo»
La apuesta de la UE por el empleo juvenil y el abrigo reversible del Estado del bienestar.
Los dirigentes europeos están obsesionados con combatir el desempleo juvenil. Los jóvenes son el futuro; los de mediana edad, el pasado. Y el futuro, en esta Europa del «cambiazo», consiste en dejar atrás el pasado, tan gravoso, al precio que sea. Lo primero es -ha sido, está siendo- eliminar costes sociales, reducir el gasto público en servicios al ciudadano. Lo segundo, para redondear la operación, es abaratar los costes laborales.
La edad es la clave: no todos los trabajadores cuestan lo mismo. Los que ya tienen una trayectoria a sus espaldas cobran más, tienen más experiencia y son más difíciles de manejar. Todo lo contrario que los jóvenes; sobre todo, si nunca han sido contratados y atesoran idiomas y másteres, o sea, que están sobradamente preparados para aportar un plus de cualificación. Pero a bajo coste, aprovechando que salen de las fauces de Bolonia a la medida del mercado.
Ante la disyuntiva cualificación teórica-cualificación práctica, los mandamases de la UE no dudan: prefieren la primera; cuesta menos. La precariedad laboral es el remedo europeo de la esclavitud china. Para competir con China hay que aproximarse a sus parámetros. Y mientras aquí se respeten los derechos humanos y allí no, la supremacía moral del Viejo Continente no estará amenazada.
Otra cosa son los derechos laborales, porque la apuesta por el empleo juvenil no puede hacerse sino a costa de los puestos de trabajo de cuarentones y cincuentones. Y aunque pueda aducirse que siempre ha sido así, que el empresario siempre ha sustituido al trabajador pegado a la silla por el joven inquieto y tecnológico, da la impresión de que lo que ahora se busca no es un mecanismo de contrapeso entre ambos perfiles laborales, sino la permuta del primero por el segundo. Y a gran escala.
Y también da la impresión de que el trabajador de mediana edad y en paro, o el parado de larga duración, va a ser abandonado a su suerte, en cínica aplicación de un principio darwinista: la naturaleza -la crisis- realizará, lo queramos o no, una selección de especies, y sólo sobrevivirá la más fuerte, es decir, la más competitiva por conocimientos y bajos costes de explotación para las empresas. Eso vienen a decirnos. Y también que el proceso será más cruento en el Sur católico que en el Norte calvinista. Y esto es el «cambiazo»: el mismo abrigo, pero ahora puesto por el otro lado. Porque era reversible. ¿No lo sabían?
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