En el proceso de «santificación exprés» de Hugo Chávez, el expresidente venezolano ya tiene su propia capilla para adoración de sus fieles. En una ruinosa calle de uno del barrio «23 de enero» -uno de los distritos más pobres de Caracas-, se levanta la «capilla del pueblo» de «Santo Hugo Chávez del 23». Así lo proclaman unas gruesas letras blancas escritas con pintura blanca a la entrada de la capilla. Un monumento de adoración al fallecido comandante en el que el culto a la personalidad se combina con la imaginería religiosa con la que el gobierno ya ha elevado al cielo por su cuenta y riesgo a Chávez.
La capilla «Santo Hugo Chávez del 23» fue construida en apenas cuatro días por el «colectivo La Piedrita» que dirige Valentín Santana -quien no tiene precisamente muy buena reputación en esta zona- y con el aporte económico de la comunidad. «Los santos hacen milagros. Para nosotros Chávez fue un santo y una bendición porque nos dio vivienda y la esperanza de tener un techo», nos comenta Roberto Escalona, miembro del colectivo La Piedrita.
«Voy a rezarle para que descanse en paz»María Marín, de 72 años, contempla la capilla y se sorprende. «No sabía dónde quedaba, ahora sí lo sé y le voy a traer flores el domingo. Voy a rezarle para que descanse en paz. Yo amo a Chávez, pero no creo que deba convertirse en un santo. Reconozco que fue generoso y humanitario... pero de ahí a levantarle un altar e idolatrarlo, no me parece», razona la señora.
El cardenal de Caracas, Jorge Urosa, ha criticado esta dudosa «santificación» de Chávez y su continua comparación con Cristo. «Chávez no es Cristo», subrayó enfáticamente. En este exacerbado culto al desaparecido líder, incluso el sacerdote chavista Vidal Atencio debió aclarar que «Chávez no es un santo para encenderle velas».
Altar a Marulanda
El fervor revolucionario se respira en el ambiente del «23 de Enero». Esta barriada popular lleva camino de convertirse en santuario de un nuevo santoral del materialismo dialéctico. No lejos de la capilla de «Santo Hugo Chávez» se encuentra otra especie de altar levantado al antiguo jefe de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Manuel Marulanda, quien en vida mantuvo una estrecha amistad con Chávez. Hoy, ambos personajes son venerados en el mismo barrio caraqueño.
A la entrada del distrito, en la llamada «La Cañada de la Iglesia», entre los bloques de edificios 18 y 19, se encuentra la Plaza Marulanda. El busto color verde de Manuel Marulanda Velez, alias «Tirofijo», tiene una inscripción que reza: «1930-2008. El héroe insurgente de la Colombia de Bolívar». Para completar la mitología, el monumento al guerrillero está flanqueado por dos estatuas de tamaño natural del padre de la independencia, Simón Bolívar, y de la heroína quiteña Manuela Sáez.
La plaza fue construida en honor al jefe de las FARC hace cuatro años. Causó entonces una fuerte polémica. No menos que la que suscitó el hecho de que Chávez le dedicara un minuto de silencio cuando el guerrillero fue abatido por el Ejército de Colombia.
César Viña, un vendedor de loterías, ve desfilar a muchos extranjeros por la plaza Marulanda, especialmente a «los colombianos que vienen a rendirle honores». «Aquí todos somos chavistas -enfatiza- y me parece bien que se le rinda honores a un amigo de Chávez». Sin embargo, Gilberto Quintero, de 70 años, comenta que no le gusta que se rinda pleitesía a un guerrillero terrorista y mucho menos extranjero. «Tenemos muchos héroes venezolanos para que nos pongan a idolatrar a alguien como Marulanda. Fue un capricho de los chavistas. Antes le ponían flores naturales y venían vascos de izquierda (etarras) para rendirle culto. Pero las visitas han ido mermando, afortunadamente».
La última etapa de este itinerario al culto a la personalidad revolucionaria por el barrio «23 de enero» es el Cuartel de la Montaña, que se levanta imponente un fuerte de color ocre en la cima de una colina a quinientos metros de la capilla del «Santo Chávez».
Entrenadores cubanos
La visita al Cuartel de la Montaña, donde reposa el féretro de Hugo Chávez, está organizada con guías entrenadas por asesores cubanos. Son personas de la tercera edad uniformadas como milicianas de la Guardia del Pueblo, con pañuelos rojos en el cuello tipo pioneros cubanos, que explican a los grupos de visitantes la historia y milagros de Chávez a través de las fotos expuestas en las galerías del que fue Ministerio de la Defensa construido hace 106 años y hoy convertido en Museo Histórico Militar.
Junto a nosotros, el joven Raúl Gutierrez se sienta a esperar pacientemente con el deseo de contemplar el féretro del comandante. Hay que esperar a que se forme un grupo de 20 personas para poder entrar. «Vine desde Barinas para despedirme de Chávez. El amor que siento por él es muy grande». A su lado, Ana de Chacón, de 75 años, asienta con la cabeza: «Chávez es como un hijo para mí». Es una idolatría que puede parecer «naif», pero que también cala hondo en la imaginación popular venezolana.
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