domingo, 10 de marzo de 2013

LA DESCONFIANZA DE LOS PAÍSES EUROPEOS SOBRE AL UNIDAD DE EUROPA.

La confianza en la UE se desploma.

Las encuestas muestran que las políticas económicas irritan a los europeos.
“La democracia es un valor intangible que se está devaluando en Europa”, explica en Bruselas el economista francés Jean-Paul Fitoussi, ariete de una corriente crítica con una UE capaz de salvar el euro pero que a la vez no puede evitar el desencanto de su ciudadanía, una desafección creciente que se manifiesta en las calles y en las encuestas, en las colas del paro y ahora también ante las urnas.

Los datos hablan si se les escucha: los Eurobarómetros cuentan que la confianza en la UE se desploma en lo que va de crisis, incluso en los países tradicionalmente más europeístas. En 2007, dos de cada tres españoles decía confiar en la UE; en la última encuesta desconfía el 72%. Cifras parecidas se dan en toda la periferia. Pero también en el corazón de la UE, en Alemania y Francia.

Con un pero importante.
A las preguntas de si les gusta la actual UE, de si Europa responde a sus expectativas, de si la política económica es la adecuada, los europeos responden invariablemente que no. No, no y no. Sin embargo, si la cuestión es si preferirían salir de la Unión o del euro, la respuesta es nunca; de ninguna manera. “El mar de fondo que reflejan las encuestas es el de una ciudadanía irritada con ese vuelo gallináceo que es el credo de la austeridad a lo bestia.

Pero pese a que parezca una narrativa que se ha dado mil veces por muerta y enterrada, nadie olvida la paz, el estado del bienestar: nadie quiere cambiar esos logros por peligrosos experimentos”, dicen fuentes diplomáticas.

Los profetas llevan meses vaticinando la irrupción de un partido antieuropeo en algún gran país. Y más allá de las encuestas, las elecciones en Italia muestran un soberano cansancio para con las poíticas de talla única de Bruselas, que han metido a Europa en una profunda recesión. La Comisión se empeña en desvincular los recortes aprobados por un primer ministro prácticamente impuesto por Bruselas y Berlín de la incertidumbre que dejan los resultados en las urnas, con la irrupción de Grillo, que anuncia un referéndum sobre el euro (como Cameron en Londres), y la enésima resurrección de Berlusconi.

Aunque hay fisuras: el vicepresidente de la Comisión Antonio Tajani rechaza que Italia haya votado contra Europa, pero admite a este diario que es un voto “en contra de la política de sacrificios, sacrificios y sacrificios”. “En primer lugar, los italianos votan contra la corrupción. En segundo lugar, rechazan airados las políticas que solo imponen austeridad, sin estímulos”.

Salvada la moneda única (al menos por ahora), a cambio la crisis parece un cuidado proceso de demolición del Estado del Bienestar. De ahí, según los expertos, el eurodesencanto: “La supervivencia del euro se ha hecho a costa de la destrucción de instituciones sociales y de una enorme tasa de paro en la periferia. Eso es un desastre”, apunta James K. Galbraith. Frente a esas críticas, ortodoxia bruselense: “No hay alternativa a la consolidación. Las reformas serán las mismas gobierne el partido que gobierne”, sostiene una alta fuente europea.



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