domingo, 2 de septiembre de 2012

PARAÍSOS FISCALES INSOLIDARIDAD INTERNACIONAL


Antigua prensa de aceite(foto J.A.Miyares)

SI NO ACABAMOS CON LOS PARAISOS FISCALES EN EL MUNDO, SIEMPRE TRIUNFARÁ LA INJUSTICIA

Los gobiernos como el nuestro aprietan cada vez más los tornillos al ciudadano en un supuesto intento de ayudarnos a superar la crisis y, en vez de salvarnos, amenazan con asfixiarnos.

Mientras tanto persisten, sin que se haga prácticamente nada aquí como en otras partes por atajarlas, tres causas principales de nuestra desgracia: la evasión de impuestos, la huida de capitales y una competencia fiscal totalmente desleal entre los países europeos.

«Los ricos abandonan el sur», titula la prensa del norte, que cuenta cómo muchos ciudadanos adinerados griegos, pero también de otros países, se llevan su dinero a la capital británica para comprar allí casas y apartamentos con los que especular.

Otros acuden al siempre socorrido refugio helvético y, así, según datos del propio Banco Nacional Suizo, los depósitos de ciudadanos griegos en ese país pasaron de 1.500 a 4.300 millones de francos sólo en el año pasado. Los de origen español crecieron en 600 millones de francos suizos, hasta alcanzar los 7.900 millones, y los de ciudadanos italianos lo hicieron en 1.400 millones, y totalizaron 16.500 millones de francos.

Buena parte de esas sumas tienen que ver con la evasión de impuestos, ya sea ilegal, ya legal, mediante el oportuno aprovechamiento por los más ricos de los trucos y múltiples lagunas disponibles para quienes pueden permitírselos: sólo en Italia se calcula que en el 2009 se hurtaron así a las arcas públicas unos 120.000 millones de euros.

Y está, además, la economía sumergida, que tampoco paga impuestos. Pérdida para el erario público que la propia Comisión Europea cifra en unos 1.400 millones de euros en la eurozona, lo que equivaldría a en torno al 20 por ciento del producto interior bruto europeo.

Sumémosle, para completar el cóctel que convierte a la Unión Europea en lo que los italianos llaman popularmente un «casino», es decir, un total desbarajuste, una competencia fiscal tremendamente dañina entre sus estados miembros, que explica el que haya tantas empresas extranjeras con domicilio fiscal en países como Chipre, que ocupa actualmente la Presidencia europea, o Bulgaria, donde se las grava sólo con un 10 por ciento, casi un tercio de lo que tendrían que pagar en Alemania.

Ese trato de favor absoluto a las empresas extranjeras que se establecen en Chipre -muchas de ellas, por cierto, griegas- explica la potencia de su sector financiero, que representa casi una cuarta parte de su PIB anual.

Y no es de extrañar que los alemanes se indignen cuando ese desleal Chipre, que hace publicidad entre las empresas germanas con sus favorabilísimos tipos impositivos reclama insolentemente ayuda del fondo de rescate europeo y solicita al mismo tiempo un crédito a Rusia.

No hay, pues, que fijarse sólo en las islas Caimán, Singapur o Jersey, la isla británica del canal de la Mancha: los paraísos fiscales están en la propia casa europea, que, como se ve, tiene muy poco de común.

Es un estado de cosas absolutamente preocupante, como señala, por ejemplo, el ex ministro de Finanzas alemán, Hans Eichel, citado por el semanario «Die Zeit»: «Si los jefes de Gobierno europeos no actúan con decisión, si los ricos evaden impunemente impuestos y, como contrapartida, se agrava la carga para los más pobres, al final peligrará la propia democracia».

«Mientras (en Bruselas) se discute al más alto nivel el mínimo detalle de los recortes que se imponen a la Europa del sur, no parece interesar a nadie cómo poner coto a la evasión fiscal», critica el eurodiputado verde Sven Giegold. ¡Excelentes perspectivas para el continente!



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