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domingo, 6 de septiembre de 2020

VOLUNTARIAS PARA PROBAR LA VACUNA EN ESPAÑA.

Manuela y Elisa, madre e hija voluntarias para la vacuna

Las voluntarias para la primera vacuna en España contra el Covid: «No sé cómo va a reaccionar el cuerpo pero alguien tiene que acabar con esto»

ABC habla con Manuela y Elisa, dos de los 200 voluntarios que probarán la primera vacuna contra el Covid que se ensaya en España .

Cuando Elisa llamó a Manuela para contarle que se había apuntado como voluntaria a ponerse la vacuna del Covid, a su madre le faltó tiempo para hacerlo. «Ya lo tenía en mente», revela su hija. Ambas, naturales y residentes en Cantabria, forman parte de la lista de más de 200 aspirantes a participar en el ensayo clínico que se desarrollará en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander y los madrileños de La Paz y La Princesa, y que es el primero en España.
¿El motivo? Aportar su granito de arena a la lucha contra el virus, pues si nadie se inscribe no hay vacuna, y «alguien tiene que acabar con esto», apunta Elisa, administrativa de 42 años, en una conversación telefónica con este periódico.
También ha pesado en la decisión de las dos la selección del centro sanitario de Santander. «Como cántabra, me siento orgullosa de que hayan elegido a Valdecilla para las pruebas», expresa Manuela, jubilada de 66 años, igualmente a través de una llamada. Así, aunque confiesan que tienen «algo de miedo» por el riesgo que conlleva el estudio -«no sabes cómo va reaccionar el cuerpo: lo normal es que bien, pero no se sabe», reconoce la madre- por otro lado sienten «tranquilidad» por el «nivel tan bueno» de los médicos del hospital, «bastante puntero» en este tipo de estudios, agrega la hija. Precisamente, fue escogido junto a los dos de la capital del país por sus instalaciones, equipamientos y, sobre todo, por la experiencia de su personal en ensayos clínicos.

Lista cerrada al día siguiente

De hecho, Elisa llamó para registrarse nada más enterarse de la posibilidad y su madre poco después, a la par que otra amiga suya. Al día siguiente de abrirse el plazo Valdecilla ya había recabado los participantes necesarios, y dos jornadas después cerró la inscripción al haberse multiplicado por cinco el número de candidatos, que tienen que estar sanos y no haberse contagiado por coronavirus.
Hasta ahora, les han hecho una entrevista, previa al minucioso análisis clínico y físico al que deben someterse para el cribado de voluntarios, que se distribuirán en dos grupos: entre 18 y 55 años -como Elisa- y mayores de 65 -caso de Manuela-.

Primeras dosis este mes

Por lo demás, y al igual que los 190 participantes en total en España, deben hacer vida normal de cara a la administración de la vacuna -las primeras dosis en el hospital santanderino están previstas para mediados de este septiembre- y durante el posterior seguimiento, que se prolongará varios meses, seis según el Instituto de Investigación Marqués de Valdecilla (Idival) que se encarga del ensayo. De momento, les han entregado un calendario con los plazos para cada paso que van a dar, pero sin concretar fechas.
Madre e hija, que no desvelan la información que les han proporcionado al respecto por ser confidencial, aseguran que van a estar «bastante controladas». Creen que en todo caso podrían sufrir reacciones similares a las que a veces producen otras vacunas, como la de la gripe, con fiebre o malestar general, «nada especialmente relevante» y algo que «en unos días se pasa», coinciden.
Y de todos modos recuerdan que no serán las primeras personas en ponerse esta vacuna, que está desarrollando la empresa belga Janssen, que pertenece a Johnson&Johnson, y se ha bautizado como AD26COV2S. Y es que en España se va a llevar a cabo la fase dos del ensayo que se inició en Bélgica, para mayor tranquilidad de ambas.
No lo ven con los mismos ojos en su entorno familiar, laboral y de amigos, donde casi hay unanimidad al opinar que están «un poco locas», según desvela Elisa. Pero ella desea, al igual que Manuela, que «se saque la vacuna para ponérsela a todo el mundo porque si no vamos a acabar todos mal de la cabeza». «Soy consciente de que puede haber riesgos, pero como cualquier proceso médico», remacha la hija, a quien no le «afectan demasiado» los comentarios de los demás.
«Entiendo que la gente tenga miedo. Pero yo creo que una fase dos de un ensayo como este en un hospital público y dentro de un proyecto grande ofrece una seguridad inmensa», argumenta, para achacar al desconocimiento los recelos de otras personas.
Colaborar de forma desinteresada -los voluntarios perciben una compensación económica equivalente a los gastos que les suponga participar en el ensayo, como los asociados al desplazamiento para ponerse la vacuna y el posterior seguimiento ante posibles efectos- en la búsqueda de una solución a una pandemia que ha puesto en jaque al mundo entero no es la única coincidencia ente ambas.
Las dos tienen, además, la fortuna de que entre sus allegados no ha habido nadie que se haya contagiado con el SARS-CoV-2 y haya precisado ingreso hospitalario o incluso fallecido. Tan solo conocen a personas que se han infectado pero sin presentar ningún tipo de síntoma, con lo cual solo han requerido aislamiento domiciliario. «Toquemos madera», expresa la madre.
Además, dentro de lo que cabe, no llevaron mal el confinamiento pues viven en un pueblo en sendas casas familiares con sus respectivas terrazas y jardines, lo que no tiene «nada que ver» con pasar el estado de alarma en un piso sin balcón. Eso sí, tuvieron que renunciar a su activa vida social y deportiva.
Ahora están preocupadas por la evolución del Covid-19. «Iba muy bien la cosa y empezaron a aparecer brotes», comenta Manuela, para referirse al aumento de casos a medida que avanzan los días y las semanas y que ha obligado a dar pasos atrás, a desescalar esta vez la nueva normalidad, con el aislamiento de localidades enteras incluso en su tierra natal, que sorteó mejor que otras comunidades autónomas la primera oleada.
En ese momento, cuando irrumpió el Covid en España, Elisa estaba de vacaciones en Suiza y fue ajena a la «grave realidad» hasta que llegó a Madrid y se dio cuenta de la que «la cosa era muy seria». Ahora, desde Santander y al igual que su madre, quiere colaborar en la búsqueda de una vacuna que ponga punto y final a la pandemia.
SON MUY VALIENTES ,A VER SI NOS ENTERAMOS DE LO QUE  LES PASE.

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