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viernes, 10 de abril de 2020

LOS PACTOS DEL RODILLO

TODO ES POSTUREO Y FALSEDAD
Pactar es «acordar temas en disputa», pero para eso se necesita, primero, que reine en cada parte acuerdo sobre el tema y, segundo, que todas estén dispuesta a ceder algo para ganar algo. Y ni una ni otra cosas se dan hoy en la escena política española. Pedro Sánchez enarbola los Pactos de La Moncloa como banderín de enganche para salir de la angustiosa situación en que se encuentra España, y, una de dos, o no tiene idea de lo que fueron los Pactos de La Moncloa, algo imperdonable en un presidente del Gobierno español, o miente más que habla. Los Pactos de La Moncloa fueron los cimientos de la Transición democrática de España y exigieron concesiones importantes de todas
las fuerzas políticas, desde la extrema derecha, que tuvo que aceptar el cambio de régimen, a la extrema izquierda, que tuvo que aceptar una monarquía parlamentaria. Pero era eso o volver a la confrontación civil, de la que los españoles de uno y otro bando ya habían tenido bastante. Y aceptaron, al regañadientes algunos en uno y otro bando, pero aceptaron.
Hoy, sin embargo, eso es imposible precisamente porque los que han llevado a Pedro Sánchez al poder no lo aceptan. La extrema izquierda quiere un cambio de régimen, pero en sentido contrario al de entonces, es decir, la revolución que buscó sin lograrla con el Frente Popular, con la guerra civil ni con la Transición. Mientras, los nacionalistas quieren lo de siempre: independizarse de España. Lo intentaron entonces y han vuelto a intentarlo hace poco, fracasando. Ahora han visto la oportunidad con Sánchez, un aventurero de la política, sin otra ideología que seguir en el poder, y sus Pactos de La Moncloa servirían para cargarse los originales. Si la oposición se unía, bien, si no, a la cuneta.
Las ironías de la historia han querido que un virus nacido en China amenace su bien tramada estrategia. El manejo de la misma -desde saludar la llegada de la pandemia con manifestaciones en toda España al estado de alarma que se ha visto obligado a declarar, con renovaciones cada vez más estrictas y errores tan estruendosos como que se haya lanzado a combatir la pandemia al personal sanitario sin el equipo adecuado, que se comprase material inútil, que no se haya ordenado usar mascarilla por no tener para todos los españoles y que las cifras de muertos en muchos lugares doblen la de los oficialmente fallecidos por el virus retratan un Gobierno más preocupado por las relaciones públicas que por resolver la crisis. El resultado se vio ayer en la sesión del Congreso para prorrogar el estado de alarma. Aunque el Gobierno lo logró, todos los partidos criticaron su manejo de la crisis, unos por no tener otro al que agarrarse, otros por estar convencidos de que miente. Sánchez se está quedando sólo. No solo en España, sino también en Europa y en el mundo. Es el destino de quienes piensan que puede engañarse a todos todas las veces. Y ese doctor estampillado ya lo ha hecho demasiadas para creerle.

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