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domingo, 22 de noviembre de 2020

SEÑORA CELAÁ,¿ VD. SE DA CUENTA DE LO QUE HA HECHO?

 LE REFRESCARÉ LA MEMORIA POR SI ACASO.

Vivir de cerca la realidad y no cerrar los ojos al futuro es lo único que deberíamos exigir a los que presumen de “buen gobierno”.

Señora ministra Isabel Celaá, a los españoles nos gustaría conocer sus opiniones, como mujer y madre, sobre varios temas:

Primero.- He conocido y conozco lo que es tener un hijo minusválido, discapacitado, con necesidad de atenciones muy especiales.

He visto crecer las camas de esos niños, cada año que cumplían.

He admirado el “amor” de unos padres, de unos hermanos, de unos vecinos, por esos discapacitados de ojos brillantes, que se comen el mundo.

He disfrutado en Maastricht (Holanda) escuchando una orquesta formada por chavales deficientes psíquicos. He visto las lágrimas de muchísimos asistentes, a la vez que sus sonrisas “sobrenaturales” recorrer el cielo.

He contemplado, todos los días, el esfuerzo titánico de madre y esposa, de padre y esposo, de hermanos y hermanas. No se rinden, lo más importante es su niño incapacitado, hijo y hermano. Solo la noche contempla, todos los días, todos los meses, todos los años, las lágrimas silenciosas de unos padres impotentes.

He escuchado la angustia, hablando en voz baja, ¿qué será de él cuando nosotros faltemos?

Ayudar a la “realidad silenciosa del minusválido” para una convivencia con los demás... Claro que sí... Esa es la misión de los centros de Enseñanza Especial... Lo que falta son medios... medios...

Usted, señora ministra, ¿sabe algo de esto?... parece que no.

Lo siento, porque cuando se contempla el trato que algunos dan a la “fatalidad de la discapacidad” se va entendiendo lo que es el egoísmo ignorante e inhumano.

Los dioses, porque necesitarán muchos, perdonen a todo el cuerpo legislativo de barbaridades como ésta de la que usted es cabeza visible.

Segundo.- Ya soy perro viejo en esto de la enseñanza. Comencé allá por los 60. Llevaba a mis alumnos el extraordinario Instituto de Ramiro de Maeztu para pasar los exámenes de reválida (incluso los nietos de ese que llaman Dictador. Aunque no lo crean, existía la igualdad y se exigía por igual).

Más tarde apareció la enseñanza concertada. Tenía su lógica, el Estado no tenía capacidad para atender toda una enseñanza pública, ni centros, ni personal, ni material.

La enseñanza concertada fue un gran invento, bueno para todos. El derecho individual y la obligación constitucional se cumplían y conjugaban.

Provocar guerras donde no existen motivos es simplemente un movimiento ideológico partidista, que, en este momento, con libertad de voto en el Congreso y en el Senado, no saldría, nunca, adelante.

Hoy, la sociedad tiene capacidad para conocer muchas cosas y de muchas personas... por eso, hoy, aparece la hipocresía del verdugo: negar la libertad de enseñanza y ejecutarla los que han disfrutado de ella para toda su familia.

La reacción social, ante la barbaridad, puede que sea tomar decisiones: manifestaciones, recursos, huelgas, etc...

Pienso que la única reacción posible es poner ante el Estado, en bandeja de plata, la enseñanza de todos los españoles:

Anuncio para todos los padres

“La enseñanza concertada ha muerto. No se impartirán más clases”.

“Diríjanse al Ministerio de Educación o a sus áreas territoriales”.

“Soliciten plaza”.

“Pueden también presentar una hoja de reclamaciones, personal e intransferible”.

Quizá de esta forma, el Estado se encontrará con la realidad, que alguien quiere ocultar: casi tres millones de alumnos y falta de instalaciones.

Nunca las ideologías fueron buenas compañeras de una educación selecta.

Siempre las ideologías han hecho fracasar los proyectos de futuro para la juventud.

Una sociedad sin consenso es una sociedad mutilada, por mucho que aplaudan los políticos, sentados en lo que llaman “bancadas de grupo”.

Tercero.- Como todos los que han vivido la enseñanza, con vocación, no solo como profesión de plaza asegurada, sabemos que la nota final de un curso significa la carga que lleva el alumno sobre sus espaldas y que le impedirán progresar “equilibradamente”.

No se suspende para castigar el progreso. Se suspende para concienciar que el futuro hay que arreglarlo, reparando lo que no se sabe.

Hay que comprender lo que, antes, el “claustro de profesores” conocía como “evaluación continua”. Fue un proyecto bonito que fracasó porque una evaluación justa y progresiva necesita mucho más que unos profesores interesados y asegurados.

Querer montar a caballo, cuando solo se sabe llevarle por las riendas, es provocar la caída, con riesgo de no querer montar más. Apliquemos esto a la enseñanza.

Señora ministra, la formación exige disciplina y rigor. La comprensión de la situación de los niños o jóvenes es necesaria y su ayuda debe darse por otros medios: psicólogos, pedagogos o tutores especializados. Nunca se corrigen los conocimientos comprendiendo la ignorancia.

Cuarto.- Eso de los consejos escolares no es un invento de esta ley. Allá por los años 60-70 comenzaron a funcionar. Fracasaron porque se formaron con personas sin preparación, sin estudios, sin ninguna experiencia, en muchos casos, por un afán de “presumir de...”.

La Ley lo que debe corregir es el fondo de lo que debe ser el Consejo Escolar. Las condiciones para pertenecer al mismo.

Para terminar, como siempre, que los dioses de todos nos hagan reflexionar.

No resucitemos viejos fantasmas, hijos todos ellos de la estupidez.

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