Entradas populares

viernes, 29 de noviembre de 2019

UN PLANETA MUY VIEJO QUE SE AGOTA.

EL PENSADOR...
 
¿CUÁNTO TIEMPO NOS QUEDA DE VIDA?
 
El relato es conocido: La acción del hombre a partir de la Revolución Industrial está alterando las condiciones climáticas del planeta, y esto ha de provocar la destrucción de la Tierra. Así se han inventado lo del Cambio Climático Antropogénico. Este es su dogma, esta es su religión.
Ni escéptico, ni negacionista. Es evidente que el clima esté cambiando; de hecho nunca ha dejado de hacerlo, porque es una constante del mundo. La tierra ha cambiado a lo largo de miles de millones de años, provocando desertizaciones; glaciaciones; que se separen continentes; surjan islas; nazcan civilizaciones, se desarrollen y desaparezcan; así como especies de animales y de plantas. Pero repito mi opinión, ya manifestada aquí: no creo que la acción humana haya tenido jamás, ni tenga ahora, influencia relevante alguna sobre la evolución del clima.
Sucede que el precio pagado por duplicar la esperanza de vida desde 1.900; conseguir alimentos baratos; higiene, sanidad, nivel de vida, progreso, riqueza, etc, etc., ha sido contaminar más, simplemente.
De hecho, ni siquiera la industria de la salud es saludable. Si el sector sanitario mundial fuera un país, sería el quinto emisor de gases de efecto invernadero más grande del planeta. ¿Dinamitamos a todas las industrias farmacéuticas?
Como colofón a esta oportunista histeria universal por el cambio climático, se va a celebrar en Madrid, entre el 2 y el 13 de diciembre, la Cumbre del Clima COP25, que supone un nuevo capítulo y puesta en escena de lo que se ha dado en llamar el Cambio Climático Antropogénico.
Viendo la legión de arribistas, oportunistas, ventajistas y otras gentes de mal vivir que se apuntan al "negocio", creo oportuno traer aquí la genial frase de un genio, Clint Eastwood: "La gente dice que deberíamos dejar un planeta mejor para nuestros hijos. La verdad es que deberíamos dejar unos hijos mejores para nuestro planeta".
Quizás el reconocido actor, y oscarizado director, se estaba refiriendo a personajes setas, esos que proliferan como ídem, tal que Greta Thunberg, gimoteando teatralmente en la ONU culpando a los políticos, con palabras vacías, de "robar sus sueños y su infancia". ¿"Cómo os atrevéis"?, finalizó.
Siguiendo por Héctor Tejero, diputado autonómico de Más País, del zangolotino Errejón, que predica "la descentralización asimétrica de competencias hacia los municipios y ciudades, y hacia una nueva unidad política de inspiración ecosocialista, que sustituiría a las comunidades autónomas: las biorregiones". (¡Pero de dónde sale esta gente!)
Para rematar con Mathew Liao (no voy a hacer un chiste fácil con su apellido), director de bioética, quien en su conferencia en San Sebastián, sobre 'Ingeniería humana para combatir el cambio climático', no ha dejado a nadie indiferente, con propuestas peregrinas, que él ha bautizado como "creativas":
1.-Diseñar un parche que induzca la intolerancia a la carne roja "para disminuir los gases de efecto invernadero". Si reducimos el consumo de carne, reduciríamos esa emisión de gases.
2.-Utilizar fármacos como la oxitocina, que potencien la inteligencia y la empatía "para que la gente sea más colaborativa y bondadosa".
3.-Modificar el ojo humano para desarrollar una visión nocturna para humanos, como la de los gatos. ¡Se ahorraría muchísima energía!
4.-Modificar a los humanos en un laboratorio para que sean más bajitos. Está comprobado que los altos gastan más energía, necesitan más comida, etcétera. Ser pequeño es más respetuoso con el medio ambiente.
(Por si no se había fijado, repito que este señor, además de filósofo, es director del centro de Bioética de la Universidad de Nueva York).
Se empieza con estás sugerencias pseudoeugenésicas y se acaba montando campos de concentración y crematorios para "freír" (a impuestos) a todos los amantes de la carne roja, los altos, los antipáticos, los miopes, eso sí, ecológicamente sostenibles. No me diga que no es una oda al esperpento.
Una reflexión final: El área de superficie de la tierra es 510 millones de km2, de los que, grosso modo, 360 millones son agua, y 150 millones, tierra. Si cada uno de nosotros ocupara y calentara una superficie de 100 m2 de tierra (lo que es mucho suponer), resultaría que los 7.500 millones de personas que poblamos el planeta ocuparíamos 750.000 km2, es decir, la superficie de Francia y Portugal.
Visualice mentalmente el mapa y verá que la Tierra está prácticamente deshabitada. Otra cosa es que, haciendo seguidismo de la fallida (hasta ahora) teoría malthusiana, los recursos resulten insuficientes
¿La acción del hombre culpable de que el mundo salte por los aires? A otro perro con ese hueso.

No hay comentarios: