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sábado, 30 de noviembre de 2019

EL CLAN DE LA LUPE SIEMBRA EL TERROR EN VALLECAS:"LA CALLE ES LA ÚNICA LEY"

Miembros del clan de la Lupe vigilan la calle de Peña de la Atalaya, en el cruce con Santa Alicia

El clan de la Lupe siembra el temor en Vallecas: «La calle es su única ley»

Los vecinos denuncian el trapicheo de droga en los dos bloques que mantienen okupados, así como las trifulcas y ruidos que generan.

En la calle de la Peña de la Atalaya ( Puente de Vallecas) hay tres talleres, dos bares, un clan y un puñado de pisos okupados. También hay otras tantas viviendas tapiadas. Y ojos, muchos ojos, a los que no se les escapa nada de lo que sucede alrededor. Es la ley de la Lupe y sus secuaces, una familia de etnia gitana que ha hecho de esta humilde zona del barrio de San Diego su particular reducto desde el que llevar a cabo toda clase de tropelías: okupaciones, trapicheo de drogas, robos... Forman una lista negra extensa que parte del vecindario ya no está dispuesto a aguantar. «Todo el mundo sabe quiénes son los malos, pero la mayoría prefiere no decir nada para evitar problemas», resumen los residentes, conscientes de la compleja situación que se vive en el enclave.
Desde los números 65 y 51 de Peña de la Atalaya, que mantienen usurpados, los miembros del clan de la Lupe controlan cualquier movimiento anómalo en la calle. «Llegaron hace ocho años desde el poblado de las Barranquillas y entraron por la fuerza en el bloque del 65», cuenta una vecina, sin saber muy bien el por qué de su larga «estancia». «Era un edificio de obra nueva que con la crisis se lo quedó el banco», añade otra. Las tres alturas del inmueble están okupadas en su totalidad, algo que no sucede en el 51, donde la familia señalada «posee» solo uno de los pisos. En ambos puntos, los moradores denuncian el trasiego constante de personas, «toxicómanos y no tan toxicómanos», que acuden hasta allí para comprar sus dosis de droga.
El regreso de la heroína a los barrios, consecuencia directa del desmantelamiento de la Cañada Real Galiana, afecta sobremanera a varios puntos de Puente de Vallecas: en el barrio de Numancia, con las calles de Peña Prieta y Monte Igueldo marcadas en rojo desde hace tiempo; y en el de San Diego, escenario también de las caceroladas y protestas acaecidas dos años atrás para acabar con el auge de los narcopisos. Muchos de ellos fueron cerrados, pero otros, como los regentados por la familia de la Lupe, sobreviven abiertos no sin incidentes.

«Hace dos veranos, vinieron varias furgonetas de la Unidad de Intervención Policial (UIP) y se llevaron a la Lupe junto con una de sus nueras», recuerdan en la zona. Algunos moradores apuntan a que la matriarca tiene nueve hijos (cinco mujeres y cuatro varones), de los que varios de ellos habrían pasado por la cárcel: «Uno sigue dentro». Además del menudeo, integrantes y allegados a la banda han convertido el entorno del cruce entre las calles de Peña de la Atalaya y Santa Alicia en su lugar habitual de esparcimiento. «Aparcan los coches en la puerta de los garajes y mean entre ellos», se queja un hombre de avanzada edad.
Viviendas tapiadas: Los vecinos del enclave están en constante alerta ante el temor de que el clan de la Lupe rompan las cerraduras de las casas que se quedan vacías para okuparlas
Viviendas tapiadas: Los vecinos del enclave están en constante alerta ante el temor de que el clan de la Lupe rompan las cerraduras de las casas que se quedan vacías para okuparlas - GUILLERMO NAVARRO

Realquiler ilegal

Más allá del alboroto diario, el conflicto en esta parte de San Diego abarca también la toma de viviendas. «Cada vez que un piso se queda vacío, estamos muy pendientes de avisar a los dueños y que lo tapien», subrayan los afectados en alusión a la escalada de okupaciones: «Le pegan la patada y luego los revenden a otros». Además de los dos números anteriormente reseñados, basta un pequeño rodeo por el lugar para encontrar otros bloques asaltados. Por ello, tampoco es extraño observar cómo el cemento armado se extiende por los espacios donde antaño se levantaban puertas y ventanas.
La alta presencia policial, continúan los vecinos, no es óbice para que el clan siga con sus andanzas sin que nadie se lo impida. «El pasado fin de semana, la Policía Nacional se personó de madrugada debido a una discusión entre dos hijas de la Lupe y un yonqui que quería que le fiaran la dosis», resalta un testigo, habituado a este tipo de situaciones: «Al chino que lleva la tienda de la esquina le intentaron robar hace tiempo y apareció con los ojos morados».
La convivencia en Peña de la Atalaya no es sencilla. «Los técnicos que vinieron al número 65 para cortar el agua y la luz tuvieron que llamar a la Policía porque los querían linchar. Decían que no tenían con qué pagar», rememora otra vecina. Su «bajo» nivel de vida contrasta, sin embargo, con los coches que manejan. En una reciente discusión entre la Lupe y otra mujer, se escuchó a la matriarca alardear de que «cada día podía llegar a tener 3.000 euros».
En agosto, una reyerta entre dos clanes en el interior de un bloque de la calle de Pablo Neruda, en el barrio de Portazgo (Puente de Vallecas), se saldó con cinco detenidos y una mujer herida por disparos efectuados con una escopeta de perdigones. Más de una treintena de individuos se enzarzaron en una multitudinaria trifulca en la que cinco individuos resultaron arrestados. «Uno de ellos estuvo implicado», afirman en la barriada, temerosa de revivir estallidos de violencia similares: «A los que somos de aquí no nos hacen nada, pero si vienen de otros lados buscando guerra seguro que la encuentran».
Otra de las problemáticas denunciadas son los supuestos préstamos que algunos de sus componentes ofrecerían a las puertas de las casas de apuestas cercanas. «Se aprovechan de los que van a jugar y necesitan dinero porque están enganchados. Luego, si no lo devuelven o acumulan una deuda muy alta, se dedican a amenazarles y pedirles favores», explica un usuario, con la condición de no revelar su identidad. Pese a que el temor en la barriada es más que evidente, lo cierto es que ahora, años después de su llegada, las voces que piden la marcha del clan han comenzado a aflorar.
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