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jueves, 17 de noviembre de 2016

UNA SOCIEDAD DESEQUILIBRADA.

María Oquendo, presidenta de la Sociedad Americana de Psiquiatría en el aula Magna de la Fundación Jimenez Diaz, en Madrid

“No damos abasto con la cantidad de psicólogos y psiquiatras que se necesitan”.


La presidenta de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría habla de la importancia de los fármacos para algunos enfermos o de la dificultad de tratar el suicidio.

María Oquendo (Santiago de Compostela, 1960), medio española y medio puertorriqueña, es desde este año presidenta de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría. Esta profesora de psiquiatría de la Universidad de Columbia, en Nueva York, lleva casi treinta años ayudando a pacientes con depresiones graves y, en muchos casos, tendencias suicidas. Sobre este problema, que solo en España acaba con la vida de más de 3.500 personas al año, más del doble que los accidentes de tráfico, afirma que son necesarios programas de prevención específicos. Además, señala una particularidad que dificulta su prevención: “Es la única enfermedad en la que el paciente, que quiere morir, tiene un interés distinto del médico, que quiere salvarlo”.
La semana pasada, Oquendo participó en las II Jornadas Internacionales de Psiquiatría Basada en el Paciente del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, y habló sobre algunos de sus objetivos para mejorar el tratamiento de las enfermedades mentales.
Pregunta. ¿Cuáles son los retos para la psiquiatría en los próximos años?
Respuesta. En primer lugar, las tasas de enfermedades psiquiátricas han subido a nivel mundial. Esto se une a que no damos abasto con la cantidad de psicólogos, psiquiatras y otros profesionales que necesitamos para atender a todas las personas que lo necesitan. Incluso en países del primer mundo. Si observamos a los países en vías de desarrollo, aún es más difícil. Y en tercer lugar, en muchos países, especialmente en los que están en vías de desarrollo, no cuentan con una política de salud mental. Se dedica muy poco porcentaje del presupuesto de salud en general a la salud mental.
El estigma en la psiquiatría hace que muchas personas piensen que la influencia de las farmacéuticas es mayor
Estos tres problemas influyen además en otras enfermedades. Por ejemplo, la persona que padece de diabetes y depresión, va a tener mucha más dificultad para cumplir con el tratamiento de la diabetes, para seguir una dieta, para hacer ejercicio, para tomarse los fármacos, ir a las citas del médico.
P. Hay investigadores como Peter Gøtzsche que consideran que se hace un uso excesivo de los fármacos en el tratamiento de enfermedades psiquiátricas. ¿Le parece que es así?
R. Para tratar algunas enfermedades psiquiátricas, los fármacos son esenciales. Por ejemplo, la esquizofrenia no se puede tratar con una psicoterapia. El trastorno bipolar, tampoco. Sin embargo, para la depresión y la ansiedad hay algunas psicoterapias específicas, como por ejemplo, la cognitiva conductual, que funcionan muy bien. Pero el decir de una forma superficial que se usan demasiados fármacos me parece incorrecto. Es importante que cuando uno habla de estos temas, defina bien cuáles son las enfermedades psiquiátricas que sí se pueden tratar solo con psicoterapia y cuáles requieren otros tratamientos somáticos, como el electroconvulsivo, la estimulación magnética o los fármacos.
P. ¿Influye más la industria farmacéutica en la cantidad de medicamentos que se dan en la psiquiatría?
R. La industria influye en toda la medicina. Creo que el estigma en la psiquiatría causa que muchas personas piensen que la influencia es mayor. Yo no creo que eso sea cierto. También existe la idea de que estamos creando un sistema que propone que ser diferente es tener patologías y, sin embargo, dentro del campo de la psiquiatría, hay mucho margen dentro de lo que no se considera patológico. Las personas a las que tratamos con fármacos están sufriendo gravemente, no son personas que sencillamente se sienten mal.
En Mozambique, para una población de 24 millones de personas tienen 13 psiquiatras
P. ¿Hay una relación entre pobreza o falta de recursos y dolencias psiquiátricas?
R. Muchos de los sociólogos y economistas piensan que las tasas altas de depresión se deben a las tasas de probreza. Pero aún en países ricos hay mucha depresión. En Escandinavia, donde hay países muy ricos, hay problemas de depresión muy importantes. Sin embargo, tienen un sistema de seguridad social que le da apoyo a la mayoría de la población. Hay países con mucha pobreza donde no parece haber tasas tan altas de depresión. Así que no es que la pobreza cause problemas de depresión.
Sí sabemos que los países pobres no tienen acceso a servicios psiquiátricos. Yo tengo varios proyectos en el África subsahariana, y por ejemplo, en Mozambique, el país que conozco mejor porque llevo tres años trabajando allí, para una población de 24 millones de personas, tienen 13 psiquiatras y 250 psicólogos. Obviamente en un país como ese, la pobreza tiene un peso importante.
P. El suicidio es un problema de salud pública de grandes dimensiones. ¿Se debe acotar como una patología separada para afrontar el problema?
R. Yo propuse, junto a un colega en 2008, que debe considerarse una patología separada. Hoy, en los criterios de problemas psiquiátricos, solo aparece el intento de suicidio y la ideación suicida como síntoma de depresión mayor, ya sea unipolar o bipolar, o trastorno limítrofe. Sin embargo, sabemos que las personas se suicidan si tienen alcoholismo, si tienen esquizofrenia, estrés postraumático...
Tener una restricción conceptual reduce al suicidio a estar vinculado con problemas específicos, ya sea la depresión o el trastorno de personalidad limítrofe. Eso nos causa un problema conceptual al llevar el impacto del suicidio a través de todas las enfermedades psiquiátricas, y valga decir que hay algunas personas que no aparentan tener ningún problema psiquiátrico que también se suicidan. Tenemos que pensarlo de otra forma y hemos propuesto una serie de síntomas y criterios para poder evaluar el comportamiento suicida.
P. ¿Cuáles son los rasgos que predicen el suicidio?
R. Hay muchas cosas que predicen el suicidio. Por ejemplo, si hay historial familiar de suicidio o intento de suicidio o la presencia de impulsividad y agresividad. En la psiquiatría, no somos muy buenos en prediciendo el suicidio. También es un problema porque a diferencia de todos los otros problemas médicos en general, es el único en el que el paciente tiene una meta diferente a la del médico. Porque el paciente se quiere morir y el médico le quiere salvar. Esta divergencia causa problemas muy graves porque hoy por hoy dependemos de que el paciente nos quiera decir que se quiere suicidar.
Hay una percepción de que la persona deprimida no quiere mejorar porque uno de los síntomas más importantes es que tiene un grado de apatía profundísimo. Y mucha desesperanza
P. Los enfermos mentales tienen muchas veces el problema de que no se les considera enfermos de verdad, que se les juzga como si tuviesen una falta de carácter.
R. Es necesario educar al público para que se acepte que estas son enfermedades reales y tratar de ayudar a que la gente sepa definir qué son problemas psiquiátricos. Otra cosa que ayuda mucho es que personas con mucho éxito público reconozcan que tienen problemas de salud mental. Eso ayuda, porque por lo general la percepción del público es que la persona con un problema psiquiátrico es menos que otras. Y eso hace que la persona que padece un problema psiquiátrico no lo quiera decir y a lo mejor no busque ayuda. Cuando vemos a gente como Ted Turner o Brooke Shields decir que padecen problemas psiquiátricos, eso ayuda a la gente a aceptar su condición y busque tratamiento. El tercer abordaje importante son las medidas biológicas para definir la enfermedad. Eso va a facilitar que el público acepte que esto son enfermedades médicas, no una flaqueza moral. Y estamos trabajando mucho en desarrollar eso.
P. ¿Cómo se puede encontrar un equilibrio para aceptar la enfermedad de una persona deprimida y no quitarle motivos para luchar y salir adelante?
R. Creo que hay una percepción de que la persona deprimida no quiere mejorar porque uno de los síntomas más importantes de una persona que padece depresión es que tiene un grado de apatía profundísimo y además tiene mucha desesperanza. La desesperanza como síntoma es lo más difícil de la depresión, porque si el enfermo supiese que se le iba a pasar mañana o el mes que viene, se iba a sentir mejor. Pero la sensación es de que nunca va a pasar. Cuando tienes apatía y desesperanza puedes proyectar la idea de que no te quieres mejorar. Y sin embargo, hablando con personas con depresión, casi todas pueden pasar más allá de la desesperanza y decir, quiero mejorarme aunque no creo que me vaya a funcionar. No es que no quieran, es que sienten que no vale la pena hacer el esfuerzo porque nada va a cambiar.
¿LA SOCIEDAD ESTÁ LOCA POR CAUSA DEL CAMBIO CLIMÁTICO O EL CAMBIO CLIMÁTICO ES POR CAUSA DE UNA COCIEDAD DESEQUILIBRADA?

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