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miércoles, 15 de junio de 2016

NUEVE DE CADA DIEZ NIÑOS MIGRANTES LLAGAN SOLOS A LAS COSTAS ITALIANAS


Nueve de cada diez niños migrantes llegan solos a las costas italianas


Más de 7.000 menores arribaron a Italia sin supervisión de un adulto entre enero y mayo de 2016, y están expuestos a los traficantes, explotación y abusos, alerta Unicef.

Abubacarr, de 16 años, se marchó de su casa en Barra (Gambia) cuando tenía 15 años, en febrero de 2015. Su padre había muerto, ya no podía ir a la escuela y muchos días no tenía qué comer. "No se lo dije a mi madre porque a ella no le parecía buena idea que me fuera. Cogí solo un poco de ropa porque había oído que en los puntos de control, especialmente en Libia, te quitaban lo que llevaras. Si pudiera haber traído algo, habría cogido mis botas y camiseta para jugar al fútbol", relata el joven en un testimonio recogido por Unicef en un centro de atención a refugiados en Trabia, Sicilia. Él es uno de los miles de menores que, huyendo de la violencia o el hambre en sus países de origen, llegan a Italia solos, sin ningún adulto a su cargo. Son nueve de cada diez; vulnerables a caer en redes de traficantes, a ser explotados laboral o sexualmente y perder su infancia, algunos incluso su vida, por el camino. Es la alerta que lanza este martes la Agencia de la ONU para la Infancia en su informe Un peligro en cada etapa del camino.
Ocho meses después de su partida, Abubacarr llegó a Italia. Había atravesado Gambia, Senegal, Mali, Burkina Faso, Níger y Libya. “Viajé sin pasaporte, solo llevaba mi cartilla de vacunación. Crucé muchas fronteras, pero nunca me pidieron mi identificación, solo dinero", continúa. Y todavía no ha llegado a la parte peligrosa de su periplo: Libia. Allí temió por su vida. "Mataban a la gente y sufrí mucho en los cuatro meses que pasé allí". Pero no se podía marchar hasta reunir los 350 euros que cuesta coger un bote rumbo a Europa. Los niños no acompañados dependen generalmente de los traficantes de seres humanos y están sometidos a un "sistema de pago sobre la marcha —deben pagar en diferentes fases del camino si quieren seguir adelante—, lo que que les expone a la explotación", advierte Unicef.
Efectivamente, Abubacarr trabajó como albañil y lavando platos, hasta que pudo pagar a los traficantes para realidar su primer intento de cruzar el Mediterráneo. Pero fue capturado y acabó en prisión. "Escapé, cogí un segundo bote y fuimos rescatados por militares noruegos. Nos dieron agua, comida y ropa. Me dijeron: 'Estás en Europa, todo irá bien". El joven gambiano que, según sus palabras, dejaba atrás la guerra y llegaba a una tierra de paz, se sintió "feliz". Su madre, que pensaba que había muerto después de tantos meses sin saber de él, también.
“Es una situación silenciosa y desesperada: son invisibles y por tanto están abandonados. Sin embargo, hay decenas de miles de niños que corren peligro todos los días, y cientos de miles más están dispuestos a arriesgarlo todo”, asegura en el documento Marie Pierre Poirier, coordinadora especial de Unicef para la crisis de los refugiados y migrantes en Europa. “Necesitamos proteger urgentemente a estos niños de todos los tipos de abuso y explotación que sufren de manos de quienes se aprovechan de sus sueños”, continúa.
Los testimonios como el de Abubacarr, recogidos en el informe de Unicef, documentan el peligroso viaje que realizan los críos, algunos (chicos y chicas) son incluso víctimas de abusos y explotación sexual. Algunas jóvenes estaban embarazadas cuando llegaron a Italia, después de haber sido violadas u obligadas a prostituirse, según los trabajadores sociales italianos consultados para el estudio.
"Todos estos pequeños necesitan protección y que se cumplan sus derechos. Todos los países, los de origen, los que atraviasen y sus destinos tienen el deber de protegerlos", señala el organismo de la ONU. Como ya exigía Sara Collantes, especialista en políticas de infancia de Unicef España, en una columna publicada en Planeta Futuro —No perdamos el rastro de un solo niño más— Poirier pide una reforma legislativa global para que los menores migrantes, refugiados o solicitantes de asilo no acompañados no queden desamparados. Tanto los datos como los relatos de los niños justifican la emergencia y urgencia de este llamamiento: de los 7.567 menores que cruzaron el mar y llegaron a Italia entre el uno de enero y el 31 de mayo de 2016, el 92% estaban solos. Una cifra muy por encima de la que se registró en el conjunto de Europa en 2015, cuando 95.970 niños no acompañados solicitaron asilo, lo que representa casi el 24% del total de pequeños que desembarcaron en el continente el año pasado: 405.955.
Una de ellas era Osarugue, de 16 años. Huyó de Benin, Nigeria, porque sus padres pretendían casarla con un hombre mucho mayor que ella. Desde la capital del país, Abuja, llamó a su padre para decirle que nunca iba a volver. Su progenitor entendió sus motivos y contactó con contrabandistas y traficantes para que llevaran a la niña hasta Europa. Tras pasar por Agadez y Trípoli, se subió a un barco, donde fue encerrada bajo llave en un compartimento oscuro y caluroso junto con otras 175 personas.Y pensó: "Así es como termina mi vida". Ocho horas después vagando a la deriva, la escotilla de la bodega se abrió. Era mediodía. Estaban siendo rescatados. Con aquel rayo de luz en su memoria, Osarugue sueña con estudiar italiano y convertirse, algún día, en médico para atender partos.
Ella ha sido acogida en el Rainbow, un centro administrado por el Gobierno italiano para atender a niñas no acompañadas proporcionándoles refugio, alimentación, educación y ayuda legal. De ella conocemos su historia, de otros 10.000 menores llegados solos a Europa desconocemos su paradero, según la Europol. Asegurarles la protección cuando desembarcan es crucial. Eso, cuando ya han escapado y llegan al final de su camino, pero Unicef no olvida que toda huida tiene un origen, una causa que se puede combatir.
El hambre, matrimonios forzados, la guerra... los niños no solo huyen de una casa, un país, una tierra, sino del miedo, la violencia y la falta de oportunidades. En todo el mundo, casi uno de cada 10 niños residen en países y zonas afectadas por conflictos armados, y más de 400 millones viven en situación de pobreza extrema. "A menos que se aborden estas causas, seguirán emigrando en  busca de una vida mejor", advierte Unicef.
TODE DEBIDO A LA GUERRA Y LA POBREZA

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