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jueves, 26 de mayo de 2016

SERMÓN EN EL MAR MUERTO

Sermón del Mar Muerto
La corrupción va a ser el gran argumento en las arengas y soflamas de la campaña electoral. Los partidos nuevos atacarán con razón y sin piedad al PP. Albert Rivera, después de su viaje a Venezuela, se presentará en Valencia, epicentro de Gürtel, donde más chorizos había.
La corrupción será la estrella de los debates, si es que los hay (Rajoy anunció ayer uno a cuatro bandas). Los candidatos antiPP, como en Timón de Atenas, relatarán cómo el saqueo y el soborno han conducido al escaño a senadores y diputados, y cómo la política se convirtió en una novela negra. Claro que los aparatosos discursos morales pueden dejar de tener efecto si es acertada la tesis del PP, según la cual el castigo por el pecado ya lo sufrieron en diciembre y está descontado para junio.
Los partidos nuevos quizás empiecen a dudar de si hay verdadera ira popular ante el fenómeno o si es una ira fingida, como confirman las encuestas, que aún le dan la mayoría al PP. Albert Rivera jura en una Santa Gadea voluntaria que jamás estará en un Gobierno que presida Mariano Rajoy porque no ha regenerado su partido y quiere formar una gran coalición con el PSOE para tapar la corrupción. O sea, que no va a haber Gobierno de centroderecha. Pedro Sánchez no quiere dormir en La Moncloa con su enemigo Pablo Iglesias. O sea, que no va a haber Gobierno de izquierdas. Seguirán clamando en el desierto hasta que Europa los ponga firmes. Albert Rivera tiene grandes cualidades políticas; habría que recordarle, sin embargo, que con sus dos ideas fuertes y modernas se ha quedado en el siglo XIX. Tercera España y Regeneración son dos sueños de aquel idealismo ético que se llamó krausismo y que, aunque era laico, acabó como el rosario de la aurora.
En el magnífico libro recién publicado de Alfonso MerlosCristina Cifuentes. Sin ataduras se estudia el irresistible ascenso de Ciudadanos y de Albert Rivera. "Ellos -escribe Merlos- tienen una ventaja: son un partido sin pasado. Dicen que no son rojos ni azules, que son patriotas, mensajes muy bonitos, todo muy idealista". Vienen a regenerar, a que haya menos corrupción, más transparencia.
Los nuevos partidos son producto de la crisis económica y de un sistema agotado. Pero para llegar al poder no basta con cartas morales como las de aquellos caballeros krausistas de escuela y despensa que lucharon contra los partidos turnantes; querían hacer santos a los españoles olvidando que muchos españoles son pícaros. La opereta de la regeneración se ha estrenado muchas veces con populismo verbal y canibalismo de partido. Aquel krausismo idealista no acabó con la corrupción, sino con la paciencia. Un poeta de entonces decía: "No hay un buzo que haya podido sacar una perla del Mar Muerto del krausismo".
Contra la corrupción no bastan los sermones y los mítines; hacen falta leyes, controles democráticos, jueces y leña al mono. Los delitos están escritos en los juzgados y la Justicia va despacio, pero firme. Ahora, los partidos tienen que decirnos qué Gobierno piensan hacer si alguien les vota.
LA CORRUPCIÓN ESTÁ MUY ARRAIGA, ESTÁ EN EL ADN POLÍTICO.

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