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lunes, 23 de mayo de 2016

EMPATE EN EL HIMNO,UNA ESPAÑA QUE NOS SONROJA

Empate en la pitada al himno
Nunca se podrá comprobar si en el caso de que Concepción Dancausa no hubiera prohibido inicialmente la entrada de esteladas al Calderón, hubiera habido tantas banderas alrededor de esta final de Copa. El caso es que, hasta el mismísimo instante en el que Luis Suárez e Iniesta hicieron rodar el balón a eso de las 21.31 horas, absolutamente todo estuvo impregnado de algo que no es exactamente fútbol.
Una vez que el juzgado número 11 de Madrid lo permitió el mismo viernes, hubo esteladas a montones, claro. Y seguramente más camisetas cuatribarradas entre la afición del Barça de lo que estaba previsto. También banderas rojigualdas, pues entre los seguidores sevillistas hubo llamamiento vía WhatsApp en los días previos: «Todos a la final de Copa con una bandera de España. Pásalo». Bastantes entre los culés. Peñas de Extremadura, Andalucía, Castilla la Mancha y hasta de Móstoles. Y, en general, no hubo ningún incidente.
Entre otras muchas cosas, por el despliegue policial, nunca antes visto. Nivel de alerta 4, doble anillo de control en los alrededores del estadio, cacheos exhaustivos de cada mochila y entradas nominativas. Había que mostrar el DNI. Y que coincidiera. «¡Has intentado entrar con una entrada que no estaba a tu nombre!», abroncaba un Policía a un seguidor sevillista en uno de los accesos de la calle Alejandro Dumas.
La calle San Epifanio hacía de barrera natural entre ambas hinchadas. Se entremezclaban sin problema. Los culés acudían desde su fan zone, situada en el Parque del Antiguo Matadero. Los sevillistas, los más madrugadores en entrar al Calderón, como ansiosos por cantar ya su precioso himno del Arrebato, desde el Paseo de la Chopera.
Entre la guerra de banderas, alguno tiró por la calle de enmedio. «A mí me jode mucho todo esto, yo me he traído la del Nodo». ¿Perdón? «Sí, sí, la de la ciudad de Sevilla». Fondo carmesí, letras doradas. Había unas cuantas. Ángel María, como tantos otros aficionados sevillistas, acudía de resaca. Casi directamente de Basilea, sin voz y con los bolsillos vacíos. «Me he gastado en una semana casi 1.000 euros, pero que nos quiten lo bailao», celebraba con las ojeras del que salió en bus de Olivares a las 2.00 horas del sábado. Y nada más terminar, camino a casa. A la mayoría, pese a los intentos políticos, nadie logró arrebatar su fiesta particular.
Y hubo, cómo no, pitada al himno y al Rey. No tan rotunda como la del año pasado en el Camp Nou, tal vez la más grande nunca antes vista. Ni como las de 2009 (Mestalla) y 2012 (Calderón), las tres últimas que se han enfrentado Athletic de Bilbao y Barcelona. Silbó y abucheó medio estadio, el otro medio guardó un respetuoso silencio o cantó en 'lo, lo, lo, lo'. También hubo aplausos de contrapeso en la parte sevillana. Pero, ya se sabe, siempre se escuchan más los pitos pese al volumen elevado de los 40 segundos de himno nacional.
Felipe VI tuvo que aguantar estoico en el palco del Calderón. A su derecha marea de banderas independentistas y senyeras, a su izquierda de España. Con el avanzar de los minutos, también comprobó el monarca el intercambio de cánticos. Los de independencia en el 17:14, los 'Que Viva España' y 'Yo soy español', de respuesta. Un contraste de nacionalismos en mitad de la fiesta del fútbol.
PERSONALMENTE ESTA ESPAÑA NOS SONROJA Y LOS POLÍTICOS SE SIENTEN ORGULLOSOS  O AL MENOS NO AVERGONZADOS. CATALUÑA METIÓ UN GOL POLÍTICO EN EL CALDERÓN, SE LLEVÓ DOS TROFEOS, LA COPA DE SM. EL REY Y LA HEGEMONÍA DE CATALUÑA SOBRE LO QUEDA DE ESPAÑA. 

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