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lunes, 28 de septiembre de 2015

CIUDADANOS EL PARTIDO DE LA ESPERANZA

Arrimadas, de desconocida a líder de la oposición en Cataluña

La líder de la oposición defiende su triple condición de catalana, española y europea.

El último día de campaña, a Inés Arrimadas (Jerez de la Frontera, 1981) le regalan una barbie y una varita de hada. Y ella se ríe. Ríe porque sabe que en Polonia, un programa satírico de TV3, ella es la muñeca y Albert Rivera es Ken, su compañero. Que ha repetido tanto una frase en campaña para ilustrar su política reformista (“esto no se hace con una varita mágica”) como para que nadie tenga que explicarle el por qué del segundo regalo. Y que si horas después logra 25 diputados en los comicios del 27-S, es, entre otras cosas, porque se ha tomado las sorpresas de la quincena electoral con la misma naturalidad con la que debatía un día de 2011 en el que la vio un dirigente del partido y decidió proponerle inmediatamente su fichaje a Rivera. La leyenda cuenta que no dudó ni un minuto.
“Cuando era militante de base, se presentó para ser miembro de la junta directiva de jóvenes, y se vio que tenía un potencial de crecimiento como para llegar a algo importante”, explica un miembro de la Ejecutiva de Ciudadanos cuando la celebración del resultado electoral ya apura la madrugada. “Era el año 2011. Tenía que hacer una exposición de motivos. Destacó por encima del resto. Avisé a Albert: tenemos a una persona que…”.
Cuatro años después, Rivera la describe como “la mujer con más futuro político del país”. Estas son sus credenciales. Nacida en Jerez, hoy defiende con vehemencia el triple corazón que es el símbolo de Ciudadanos, y que se construye con las banderas de Cataluña, España y la Unión Europea. Licenciada en derecho, administración y dirección de empresas, Arrimadas trabajó durante ocho años como consultora. El trabajo le hizo trasladarse a Barcelona. Un flechazo con Cataluña, quedarse, según asegura. Tiene nivel C de catalán. También habla inglés y francés. Llegó a Ciudadanos por casualidad, cuando acompañó a una amiga a un mitin y todo lo que escuchó, dice, le sonó “sensato”. Es seria y reservada. Se describe como tímida. Es más fácil imaginársela leyendo un libro sobre su gran referente político, Adolfo Suárez, que es el último que ha pasado por sus manos, que bailando sevillanas. Y, sin embargo, las baila y reta a bailarlas. Allí están sus fotos con traje de flamenca.
La campaña del 27-S ha cambiado la vida de la nueva jefa de la oposición catalana. Ya es La Arrimadas, como la nombran los paseantes con los que se cruza. Ha dejado de pasar desapercibida cuando va en el metro. Igual que su anonimato no es ya más que un recuerdo, no hay rastros, tampoco, de aquella niña que hacía la colección de cromos de la Liga Marca y tenía como ídolo a Pep Guardiola. Hoy, con ella en Ciudadanos y él en Junts pel Sí, la política debería separarles, aunque esa deducción queda anulada por su discurso de la noche electoral. “Nos preocuparemos de los problemas de todos, independentistas o no”, dijo ayer Arrimadas, enfrentada al reto de ocupar un puesto político de primera línea con solo tres años y medio de experiencia en el Parlament. “Seguiremos trabajando por todos los catalanes, ahora con el triple de fuerza”.
Tras protagonizar el mejor resultado electoral de la historia de Ciudadanos, Arrimadas busca su propia voz. Hasta ahora su discurso ha reproducido con fidelidad las líneas argumentales de Ciudadanos (regeneración política e institucional, lucha contra la corrupción y el independentismo), sin añadir acentos propios. Los próximos meses, que estarán marcados por las elecciones generales y las dificultades para lograr mayorías con las que formar un Gobierno en la Generalitat, definirán para siempre la trayectoria de esta hija de salmantinos que ha decidido hacer su vida en Cataluña. A esa situación se enfrenta sin complejos, sin varitas mágicas y con Suárez, el líder que dio forma con consensos a la Transición española, como norte.
COMENTARIO:
Albert Rivera tiene el mismo gancho con el elemento femenino (y parte del masculino) del electorado, jóvenes, bien parecidos, de verbo moderado y formal en contraste con la vocinglera y antiestética imagen general del resto de partidos, pero su mayor virtud paradójicamente puede convertirse en su mayor hándicap en el país de la envidia.

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