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lunes, 23 de diciembre de 2013

EL NUEVO CÓDIGO AL SERVICIO DEL GOBIERNO DE TURNO

Carajera sobre el Código

Ante la herida moral y social que está ocasionando la libertad de terroristas y delincuentes inhumanos.

La prisión permanente revisable se perfila como el punto más polémico de la reforma del Código Penal español. Las críticas "avant la lettre" tendrían sentido si la oposición diera ya por perdidas todas las enmiendas a que está obligada en evitación de que sea un trágala multiuso en manos del poder de turno. En primer lugar, tendrá que definir un casuismo limitado, riguroso y concreto en la aplicación del concepto "permanente"; y, a renglón seguido, garantizar que la revisión sea un supuesto también normativo, no un arbitrismo al alcance unas u otras jurisdicciones. Con estas premisas no solaparía la cadena perpetua, rechazable a la luz del principio que vincula las penas privativas de libertad a la rehabilitación y la reinserción del penado. Pero sería una solución al imposible cumplimiento íntegro de las penas cuando éstas se disparatan por encima de los tres mil años -como el caso más reciente- por adición de figuras punibles y sus duraciones, provocando en el ciudadano la sensación de que la justicia penal es una broma de pésimo gusto. Y mucho más cuando los ratios reductores liberan intempestivamente a esos criminales no arrepentidos, ni rehabilitados, ni reinsertables.
La profunda herida moral y social que está ocasionando la libertad de terroristas y delincuentes inhumanos tras la sentencia de Tribunal Europeo de Derechos Humanos (originada por un imperdonable error de los legisladores españoles) no admite dengues ni paños calientes. Ni usted ni yo podemos admitir, sin violentar nuestra conciencia, que los monstruos sean titulares de los mismos derechos que quienes, con todos los defectos de la condición humana, somos y nos comportamos como personas. En lugar de condenar a tres mil años que escandalosamente se reducen a veinte, una bien legislada prisión permanente revisable puede cumplir las premisas de la justicia civilizada y democrática sin obligarnos a coexistir con quienes se niegan a merecer la libertad.
Es demencial clasificar el Código Penal español entre los más duros de Europa y del mundo. Aquí, por fortuna, no hay pena capital, ni corredores de la muerte, ni cadenas perpetuas. Aquí no han "suicidado" en las cárceles a terroristas Baader-Meinhoff ni a Brigadas Rojas (sin perder un punto en prestigio democrático). Pero aquí legalizaron a pseudopartidos políticos encubridores y cómplices de asesinos manchados de sangre, que están volviendo a la calle sin la menor garantía de no reincidencia. Pasarse en la "compasión" puede ser tan antisocial como excederse en la crueldad. A los políticos que ya se escandalizan antes del debate habría que invitarlos a que revisen urgentemente sus propios complejos.

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