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domingo, 29 de septiembre de 2013

EL CAMBIO DE HORARIO PARA PRODUCIR MÁS

La lámpara de las gallinas.

La propuesta de cambiar la hora oficial española para igualarla a la británica o la portuguesa.

Unas veces se nota más que otras, pero en general los que mandan, en el terreno que sea, tienden a tratar a los que somos mandados como a un grupo de animalillos que hay que conducir a golpe de estímulos, castigos y engaños. La palabrería de alabanza a la individualidad y a la libertad personal es pura comedia, y cuando se cruzan acusaciones de manipulación de cerebros están dibujando autorretratos. La tentación de conducir las mentes y las conductas del rebaño humano alcanza a toda clase de dirigentes, desde el rector de pueblo hasta el presidente de una gran compañía, y, visto lo visto, resistirse es difícil.
El peligro es mayor cuando las decisiones son adoptadas en situación de laboratorio, es decir, en un ambiente de trabajo en el que no se trata directamente con las personas sino con su representación estadística. Es así como ilustres diputados españoles son capaces de encerrarse a debatir las políticas de conciliación de la vida laboral y familiar y salir con la propuesta de cambiar la hora oficial española para igualarla a la británica y a la portuguesa, lo que significaría dejar de estar sincronizados, como ahora, con el horario de la mayor parte de Europa: Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Holanda... Consideran que tal medida contribuiría a cambiar los horarios de los españoles que, en general, duermen poco porque se levantan temprano, van a dormir tarde y han dejado de hacer la siesta. O eso dicen las estadísticas.
Lo que están proponiendo es el autoengaño. Mover la relación entre el reloj y el sol con la esperanza de que cambiemos las horas en que hacemos las cosas sin darnos cuenta de ello. Esperan que si oscurece más temprano, tendremos sueño antes e iremos a dormir a las diez, como los nórdicos, y no a la una, que es cuando termina la película de la tele. Por cierto, que esa propuesta es totalmente contradictoria con el establecimiento de un horario de verano en sentido contrario, es decir, que alarga la duración de la luz solar.
Ya me perdonarán, pero eso de cambiar de huso horario para modificar nuestros hábitos me suena a lo que hacen en las granjas de gallinas: mantenerlas iluminadas a todas horas para que los pobres bichos no sepan cuando es de noche y no dejen de poner huevos en ningún momento. Puestos a manipular comportamientos, tal vez acabarán poniendo un impuesto especial sobre los almuerzos de tres platos, que es lo que realmente nos diferencia del modelo anglosajón de desayuno fuerte, almuerzo ligero y cena temprana.

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