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viernes, 30 de agosto de 2013

UNA LOCURA ECONÓMICA QUE NO SE PUEDE SOSTENER

Autonomías y descontrol

El coste político, social y económico es incalculable.

Es doctrina generalmente aceptada que los padres de la patria hicieron sus deberes con acierto en los tiempos aurorales de la democracia, allá por la segunda mitad de los años 70. No será este plumilla quien contraríe de raíz tan consoladora afirmación, constituida en dogma durante el último tercio de siglo. Sólo hemos puesto por escrito, y reiteradamente, dos reparos de fondo desde el primer instante de la gestación constitucional.

Primero y principal: el Título 8º, con sus autonomías, era literalmente una válvula de escape para contentar a quienes no se iban a contentar, lo que, andando el tiempo, tendría consecuencias disgregadoras. Así fue. La segunda parte ha sido la gestión progresivamente timorata de la defensa del Estado por parte del mal llamado Gobierno central y, sin duda, de los organismos de control. Así hemos llegado a la situación actual en sendas regiones españolas, inconcebible en cualquier Estado de derecho y que, como un mal necesario, parece asumido por la sociedad..

No hará falta inventariar los últimos episodios en los territorios vascos y catalanes donde las osadías no se reprimen y en los que ya se han puesto en pie nuevas generaciones adoctrinadas en el secesionismo más radical, como comprobamos en la escalada de Cataluña sin otra reacción gubernamental que alguna dolorida queja de vez en cuando.

En el caso vasco -donde hubo, entre otros, dos gobernadores con agallas: Belloch, alias «Búfalo Bill», y el diplomático Oyarzábal-,los terroristas y sus comparsas están en el poder y campan a sus anchas, como estos días en las fiestas patronales con profusión de cartelería antiespañola, homenajes a los pistoleros y anuncio de acosos a los cuarteles de la Guardia Civil sin que nunca pase nada.

Todo empezó con el cauteloso posibilismo de los políticos, después el miedo y la claudicación. Ahora mismo, la dejadez. El coste político, social y económico es incalculable. Como diría Lope, quien lo probó lo sabe.

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