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lunes, 13 de mayo de 2013

MERKEL BORRA PISTAS DE PASADO COMUNISTA,SIEMPRE FUE UNA TREPA

DETRÁS DE ESA CARA DE BONDAD Y AUSTERIDAD SE ESCONDE UN CORAZÓN DE HIERRO Y FRÍO COMO UN TÉMPANO."DIME DE QUÉ PRESUMES Y TE DIRÉ DE QUÉ CARECES" ESA ES FRAU MERKEL,SUPONGO QUE LA HISTORIA LA JUZGARÁ CON DUREZA ESTOY SEGURO.
 

Merkel, la comunista borrapistas.

La canciller, adalid de la austeridad neoliberal, estuvo mucho más comprometida con el régimen de la RDA de lo que nunca ha admitido.

Aunque para muchos españoles -como para muchos griegos, chipriotas, italianos o portugueses- la canciller alemana, Angela Merkel, es el más temido y odiado emblema de la austeridad neoliberal, no debe pensarse que su adhesión a los dogmas del mercado viene de antiguo. Una biografía que saldrá a la calle mañana, martes, pone de relieve que la vinculación de Merkel con el régimen comunista de la RDA fue bastante más profunda de lo que ella ha querido nunca admitir.
De Merkel se sabía hasta ahora que, desde luego, no se tiró a las calles la noche del 9 de noviembre de 1989, la de la caída del Muro que partía en dos Berlín. Pero la versión oficial era que aunque no había sido una opositora comprometida, había mantenido una distancia crítica con el comunismo desde su postura de científica no comprometida políticamente, y había abrazado con fervor la reunificación alemana.
Pues no. Según el libro «La primera vida de Angela M.», obra de los periodistas alemanes Ralph Georg Reuth y Günter Lachman, Merkel, nacida en 1954, desempeñó un papel político activo bajo el régimen de Erich Honecker, y desde 1981, cuando tenía 27 años, ocupó la secretaría de Agitación y Propaganda de las Juventudes Comunistas (FDJ), a la vez que formaba parte de la ejecutiva del Sindicato de Servicios.
El libro, una de las numerosas biografías de la canciller que están saliendo al mercado aprovechando la proximidad de las elecciones legislativas de septiembre, sostiene que Merkel, de profesión química, casada y sin hijos, aprovechó sus servicios al Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) para escalar puestos en el funcionariado.
Cuando cayó el Muro, una noche en la que Merkel, haciendo vida normal, fue a la sauna como a diario, la ahora canciller entendió que tenía que reorientar sus tiros políticos y apostó por el reformismo: una Alemania oriental socialista, aunque con elecciones, y autónoma de la RFA. De hecho, sus primeros pasos políticos bajo la nueva situación los dio de la mano del partido reformista Despertar Democrático. Allí colaboró muy estrechamente con Lothar de Maizière, quien tras las únicas elecciones democráticas celebradas en la RDA, las de marzo de 1990, se convirtió en el último jefe de Gobierno germano-oriental y la nombró ministra de Juventud y Familia, y portavoz adjunta del Gobierno.
De Maizière y el otro líder de Despertar Democrático, Wolfgang Schnur, fueron sus principales valedores políticos. Ambos habían sido confidentes de la Stasi, la temida Policía política, lo que no tardó en descubrirse y arruinar su carrera política. Sin embargo, Merkel logró que el escándalo no la salpicara y, en agosto de 1990, tras la fusión de Despertar Democrático con los demócratas cristianos de la RDA, pasa a formar parte de la CDU. En las primeras elecciones tras la reunificación, Merkel se hace con un escaño y en enero de 1991 entra en el Gabinete de Helmut Kohl como ministra de la Mujer y la Juventud.
Se inicia entonces una carrera meteórica que en 1998 la llevó a la secretaría general de la CDU y en 2000 la izó a la presidencia del partido antes de que en 2005 se hiciera con la Cancillería. Desde entonces los alemanes están dirigidos por una democristiana que hasta los 35 años fue una comunista comprometida y a la que se atribuye una inflexibilidad en sus posturas que tal vez venga más que ver con su pasado de partido único que con la tradicional rigidez que suele asociarse con el temperamento germano.
Entre los aspectos sacados a la luz por «La primera vida de Angela M.» figura su rechazo a la reunificación alemana. En 1989, Merkel, involucrada en la política de la RDA mucho más de lo que ella ha admitido nunca, se oponía con uñas y dientes a que su país fuera englobado por el próspero y poderoso hermano occidental. Dieciséis años después, la antigua fisicoquímica, todo un animal político, entraba en la Cancillería y empezaba a dirigir el país del que no había querido formar parte. Ahora, los socialdemócratas germanos, que se medirán en las urnas con ella en septiembre, quieren que dé explicaciones claras sobre su pasado.

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