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miércoles, 24 de abril de 2013

LA PRIMA DE RIESGO NO NOS SACA DE POBRES A LOS POBRES

Lo comenta en la distancia corta un destacado exponente de los equipos económicos del Gobierno.

 Si a principios del verano la prima de riesgo no desciende hasta la horquilla de los 250-300 puntos básicos, se romperán los planes políticos de Rajoy, que consisten en convocar las próximas elecciones generales con una economía nacional en crecimiento. No lo formula como un temor, sino como un anuncio voluntarista. A la contra de las previsiones del FMI, que acaba de poner sobre la mesa un panorama desolador para España hasta 2017, mi interlocutor dice que tocaremos fondo en 2013 y estaremos creciendo en 2014.
 
El argumento toma la prima de riesgo como primer indicador de la salida de la crisis. Habrá señal de remontada cuando quede por debajo de los 200-250 puntos básicos. La jornada de ayer no pudo ser más esperanzadora. Además de colocar con suma facilidad la última emisión de bonos, la prima de riesgo bajó de los 300 puntos. Eso no ocurría desde hace más de un año. Aunque los expertos hablan del nuevo calendario de reducción del déficit y el manguerazo japonés de dinero fresco como causas de la buena noticia, en Moncloa prefieren colocar en el centro del discurso la mejora de nuestra credibilidad. Ante los mercados, dispuestos a bajar el coste de nuestra financiación. Y ante la UE, que retribuye la política de ajustes del Gobierno Rajoy dándonos más tiempo para hacer el mismo camino hacia el sacralizado 3% de déficit en las cuentas del Estado.
 
Todo eso es verdad. Sin embargo, tanto en la UE como en el FMI va tomando cuerpo la idea de que los recortes nos alejan de la recuperación. “Las políticas de austeridad ya no son la respuesta”, acaba de declarar el presidente de la Comisión, Durao Barroso. En la misma línea está el último informe del FMI. Con una inesperada alusión a las personas de carne y hueso que hemos de saludar. Dice el organismo que preside Christine Lagarde que esas políticas restrictivas, además de generar más recesión, “aumentan la decepción de los ciudadanos”.
 
Ya supongo que esta alusión a los sacrificios de las personas y de las familias es un decimal en el discurso economicista del FMI y los jerarcas de Bruselas. Pero algo es algo. Al menos como dosis de recuerdo de que la motivación central de la política económica debería ser el bienestar de las personas. Es imposible que la mejora de indicadores tan fríos como la prima de riesgo o el equilibrio presupuestario consigan la adhesión de una ciudadanía agobiada por el paro, la pobreza, la desigualdad o el creciente deterioro de los servicios públicos, que son las duras realidades cercanas a un número cada vez mayor de españoles por una crisis económica incubada en los despachos de los grandes centros del poder financiero y político.
 
De momento no son más que palabras vagamente alusivas a la necesidad de explorar políticas más orientadas al crecimiento. Los españoles ya saben por boca del ministro Montoro que el Gobierno no piensa renunciar a la política de la austeridad. A ver si nos pasa lo que le sucedió a aquel gitano que, sobre lo que quedaba de su asno, se lamentaba: “Ahora que se estaba acostumbrando a no comer, va y se me muere”.

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