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sábado, 27 de abril de 2013

LA INTIMIDAD DE LA INFANTA CRISTINA.

Intimidad e intimidación.
La Infanta Cristina ha salido a defender su intimidad justo cuando los datos desnudos del paro asoman con mayor crudeza que nunca. Los abogados de la hija menor del Rey se oponen a que muestre sus declaraciones de la renta por considerar que se trata de una injerencia personal en la vida de una persona que está siendo señalada, según ellos, sin que existan indicios de criminalidad. Habría que añadir que el juez que investiga el caso no reclama el IRPF para airearlo; el sumario es secreto.

Pero hay que pensar también en que aquí estamos hablando de otra cosa: de la pretensión de que a una figura, por pertenecer a la realeza, no se la considere igual que a los demás cuando se trata de colaborar con la justicia. Ah, ¿no es así? Pues si no es, lo siento por caer en el error, pero créanme, pocos españoles estarán dispuestos a sacar otra conclusión de lo que está sucediendo.

Hasta ahora, la defensa de doña Cristina parece dirigida fundamentalmente a evitar que se la señale, cuando ya está suficientemente señalada por la sociedad. Una predisposición mayor a colaborar con el juez que la ha llamado a declarar resultaría probablemente mucho más beneficiosa para su imagen de esposa doliente. A nadie se le ocurre que pueda ir a la cárcel por el simple hecho de figurar como imputada, pero sí existe la duda razonable de que pudiera saber más cosas sobre los negocios de su marido de lo que ha trascendido.

Los ciudadanos de este país no dejan de recibir insultos a su inteligencia y, al mismo tiempo, de vivir en un agravio comparativo que viene del trato privilegiado que reciben las instituciones del poder. Luego los políticos se revuelven contra los escraches y la intimidación callejera.

La situación es intimidatoria para todos. Mejor dicho, la situación acojona, empezando por los 6,2 millones de parados y las escasas perspectivas de que las cifras se reviertan en un plazo medio. Ha llegado el momento de dejar de interpretar como es debido la intimidad y la intimidación; por mucho que se trate de percepciones de asuntos distintos, todas convergen.

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