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domingo, 17 de febrero de 2013

LA ASTURIAS CALLADA Y SUMISA.


ASTURIAS.2300 MILONES DE EUROS PARA CONTENTAR A LOS SINDICATOS Y LOS EMPRESARIOS EN UNA AUTONOMÍA QUE TIENE LOS IMPUESTOS MÁS ALTOS DE ESPAÑA. TODO PAPEL MOJADO Y UN ATAQUE A LOS ESQUILMADOS BOLSILLOS DE LOS ASTURIANOS.


La concertación que Asturias necesita.

La concertación fue la respuesta a las convulsiones de la reconversión industrial que padeció Asturias a finales de los años noventa. Entonces lo prioritario era garantizar la paz social y ofrecer otra imagen distinta a la de las barricadas ardiendo, los botes de humo volando y las algaradas diarias. Hoy, desde luego, ya nadie la concibe como un bálsamo contra la crispación. Por eso puede que su formato, del que casi lo único que cambia es el nombre, haya quedado obsoleto, reforzando así la posición de los críticos, dispuestos a presentar el pacto como un paripé, una usurpación de atribuciones o una entente a la que cada cual acude con la única finalidad de garantizar que le respeten su trozo de tarta.

Todas las concertaciones resultan un ejercicio de voluntarismo más simbólico que práctico. La patronal reclama infraestructuras, o sea, contrataciones para sus asociados. Los sindicatos, cursos y empleo. Y el Principado, para satisfacer a ambas partes, busca otro papel con el que envolver unas líneas maestras de actuación a las que ya está comprometido desde la aprobación misma en la Junta General de los Presupuestos regionales. El resultado final no deja de suponer una redundancia. ¿Avanzamos en la dirección correcta empleando esa capacidad de poner de acuerdo a los agentes sociales en un esfuerzo con tan poco valor añadido? Después de varias legislaturas aplicando este modelo y con experiencia suficiente para evaluarlo con rigor, merece la pena repensar su sentido en los tiempos que corren.

No resulta lo más estimulante que entre las primeras medidas que ven la luz del acuerdo firmado la semana pasada estén clases para orientar a parados y planes locales de empleo, de precedentes frustrantes. La Sindicatura de Cuentas propinó un soberano varapalo al uso del dinero para formación, bajo permanente sospecha por su escaso rendimiento. Que los ayuntamientos contraten a personas que agotan los subsidios no parece un instrumento fundamental para liquidar la lacra del paro.

Varios presidentes han usado antes estas resoluciones como elemento publicitario, unos para salir en la foto, otros para contrarrestar su minoría parlamentaria. La obligatoriedad del apretón de manos final degenera en palabras huecas, en propósitos imprecisos, que a nadie incomoden, o en absurdos. «Nuestra industria necesita de forma urgente un nuevo marco de actuación que configure de una forma decidida la política industrial de los próximos años, con el objetivo de recuperar la actividad industrial como motor de crecimiento y creador de empleo, con una mejora sustancial de la competitividad nacional e internacional de nuestras empresas y un claro enfoque que priorice la internacionalización y la innovación», recoge textualmente el documento. Una fórmula ampulosa, típica jerigonza burocrática, para dar la impresión de decir mucho sin especificar nada.

¿Son precisas unas conversaciones así para que la Administración selle su disposición a mantener el máximo empleo público, como es el caso, o para que lo reorganice a fin de servir con eficacia al ciudadano? Todo el mundo valora el consenso, pero resulta realmente útil cuando trasciende un compendio de anhelos etéreos o de viejos automatismos. La concertación que Asturias necesita debería buscar, en primer lugar, la ruptura con nuestros errores pasados, en cuya base está premiar a los cazasubvenciones en vez de propiciar una sociedad moderna, ágil y dinámica para adaptarse a las circunstancias del mundo de hoy, cambiante, flexible, altamente competitivo y global. Debería también liquidar esa mentalidad conservadora, ultradefensiva, que teme desprenderse de sus debilidades y hasta de sus miserias con tal de seguir aferrada a lo viejo conocido, aunque malo, antes que experimentar los riesgos de una evolución imprescindible.

La región debe despedirse de que acudan en su auxilio salvadores externos. Las inversiones estatales menguan. Los recursos europeos cambian de destino y de orientación. Hay que seleccionar objetivos concretos y volcar el esfuerzo en acciones estratégicas e intensas muy productivas. Despuntan señales esperanzadoras. Asturias fue en enero la comunidad donde más aumentaron las sociedades mercantiles, aunque todavía son pocas. Una encuesta revela que una mayoría de empresas prevé incrementar producción en breve. Empezar a concebir el diálogo social como una ocasión para, entre todos, soltar lastres y subir en condiciones óptimas al tren de la recuperación que asoma sería la mejor manera de demostrar que, por fin, hemos aprendido la lección de tantas torpezas en la gestión del erario, de tanto fondo minero desperdiciado y tanto derroche de sinecuras. Tomémoslo de una vez en serio. Ni un euro más para frivolidades.

Asturias tiene excelentes profesionales, pero le falta iniciativa emprendedora dentro de casa. Esta limitación desaparece en cuanto salimos fuera. Eso es lo que debemos cambiar de forma concertada, cada uno desde su puesto, con reglas de juego claras e iguales para todos, en lugar de perder el tiempo y seguir derrochando el dinero público inútilmente en planes carentes de sentido y en financiar a la patronal y a los sindicatos.



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