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viernes, 25 de enero de 2013

AMY MARTIN UNA CHICA LUMBRERA MUY ENCHUFADA


El Instituto Cervantes la nombró directora en Suecia y dicen que no la conocían. El Gobierno del PSOE subvencionó sus cortos con 122.000 euros. La Fundación de su marido le pagaba 3.000 euros por artículo sin saberlo. Todo un prodigio de mujer.

A medida que la prodigiosa historia de Amy Martin va cobrando tintes de escándalo, crece la convicción de que su creadora, Irene Zoé Alameda, es una chica con ideas. Pero sobre todo con mucha suerte. Solo así que se explica el éxito de una joven que, en tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero, ha sido agraciada por los ministerios de Cultura, Igualdad y Sanidad con subvenciones de unos 122.000 euros destinados a rodar cortometrajes, que en 2009 terminó siendo directora del Instituto Cervantes de Estocolmo (Suecia) a 100.000 euros de nómina y cobrando después en una fundación del partido socialista una media de 3.000 euros por publicar artículos. Una tarifa digna de un Premio Nobel.

Para lo del Cervantes la nombró por libre designación Carmen Cafarell, alto cargo de la órbita del PSOE, que asegura que no la conocía en absoluto y que no mediaron recomendaciones. De la Fundación que pagaba a la colaboraciones a precio de oro era director su marido, Carlos Mulas, aunque la inefable Irene Zoé, (o Amy), dice que él no sabía que ella era la escritora. Vamos, un guión de Almodóvar puro. Si no fuera porque la buena estrella de esta mujer apesta a enchufismo y a corruptelas y la factura que ha supuesto al erario público tiene demasiados ceros.

En un largo escrito de ínfulas literarias, Irene Zoe Alameda confesaba el jueves estar detrás del seudónimo que ha acabado con la trayectoria de Mulas como ideólogo del PSOE. (Llegó a ser asesor de José Luis Rodríguez Zapatero en La Moncloa). En ese comunicado, la mujer mostraba su disposición a devolver los 50.000 euros que, aproximadamente, recibió de la Fundación Ideas por sus columnas, aunque nada decía de reintegrar los al menos 122.000 euros que fueron a parar de las cuentas ministeriales a las suyas.

63.000 euros para un «corto»
La sociedad beneficiaria de ayudas donde más nítidamente se observa la compenetración de la pareja se llama StoryLines. Él era el administrador único de la productora de ella. El resto lo hizo el Ministerio de Cultura, por entonces dirigido por Ángeles González Sinde, que, como Carmen Cafarell, probablemente tampoco tenía ninguna referencia de Irene Zoe, aunque su departamento acabó concediéndole 63.000 euros para que grabara uno de sus cortos. «Uniformadas» es el título. Llegó a estar nominado a los Goya. En concreto, el proyecto se presupuestó en 72.356 y se presentó al Instituto de Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, que el 14 de octubre de 2009 otorgó una ayuda de 20.000 euros, la más alta de la convocatoria. Dos años después, el 5 de agosto de 2011, el mismo film volvió a recibir una nueva ayuda del mismo Instituto, esta vez de 43.000 euros.

La próspera Story Lines ha recibido dos subvenciones más para otros cortometrajes. La primera, el 15 de julio de 2009 para «Buen Viaje», para el que presentaron un proyecto de 62.563 euros y recibieron una ayuda de 43.794. La otra se hizo efectiva el 7 de febrero de 2012, gobernando ya Mariano Rajoy, aunque el dinero había sido aprobado por el Ejecutivo de Zapatero mediante una resolución del Instituto de la Mujer, dependiente del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igaldad, que entonces dirigía Leire Pajín. Fueron 15.000 euros, y en el Boletín Oficial no consta ni el título de la película que se pretende impulsar.

El expediente académico difundido por la propia Irene Zoe Alameda dice que es experta en Literatura Comparada por la Universidad de Columbia, y se le predica conocimiento de idiomas y diferentes habilidades creativas. Carmen Cafarell, la del Cervantes, ha añadido una que mancha la imagen de meteórica triunfadora con suerte de la ex de Carlos Mulas. Según se ha publicado, la Amy Martin de carne y hueso impuso a sus subordinados reglas insoportables con prohibición de que no hablaran unos con otros, de modo que se la tuvo que quitar de enmedio antes de que cumpliera un año en Estocolmo porque no daba la talla.



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