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jueves, 15 de noviembre de 2012

EL CAPITALISMO VORAZ ENFERMEDAD PARA UNA SOCIEDAD JUSTA

El hombre máquina sin corazón-Futuroscope-Poitiers-Francia(foto J.A.Miyares)

EL CAPITALISMO VORAZ NO TIENE CORAZÓN.

SAHEL: hambre, desolación y muerte.
Seguramente muchos de ustedes hayan escuchado en las noticias de estos días el nombre de Sahel, o haya recibido un mensaje o una llamada telefónica en el que se haya mencionado su nombre y, en su nombre, solicitado una ayuda de emergencia.

Sahel, una franja de tierra africana que acoge a diez Estados calificados como los más pobres del mundo y que se extiende desde el Atlántico hasta el Mar Rojo, es un claro exponente de las dimensiones que puede alcanzar la tragedia humana causada no sólo por la sequía que periódicamente se ceba en sus territorios, sino porque los países que lo integran suelen padecer políticas sociales desastrosas, carecer de estructuras económicas y financieras viables, y sobrarles inestabilidad política, corrupción, conflictos y guerras. Países en los que se mercadea con drogas, armas y con la falta de recursos, alimentos y enfermedades. Y no hay estrategias bélicas más crueles que aquéllas que se sustentan en la lenta y dolorosa muerte por hambre de víctimas inocentes.

Según la FAO el número de personas afectadas actualmente en el Sahel por una desnutrición aguda severa alcanza la cifra de 10 millones –Unicef estima en más de un millón la de los niños afectados-, la de las personas vulnerables sobrepasan los 13 millones y, las que potencialmente pueden verse afectadas en los próximos meses es de unos 23 millones.

Las sociedades que gozan de un estado de bienestar tienden a no querer ver, a desviar la mirada ante las cifras y las imágenes que diversos medios de comunicación denuncian. Cifras escalofriantes e imágenes que resultan insoportables de aceptar, pero que se han convertido ya una endémica realidad con la que se convive con una aceptación casi enfermiza. Y como epicentro de esta cruel realidad se encuentran los niños. Niños que han tenido que llorar demasiado tiempo y sentir el dolor producido por las consecuencias de la inanición, antes de que su debilitado cuerpo dejara un día de sentirlo. Niños de tripas hinchadas, y de ojos grandes y miradas desorbitadas perdidas en el vacío de la incomprensión.

La tragedia alcanza tales dimensiones que, necesariamente, debe traspasar las fronteras de la indiferencia y del asombro, y hacer que la comunidad internacional actúe con la máxima urgencia. Necesitan ayuda pero… ¿cómo conseguirla? Se supone que mediante la aportación generosa de las personas a través de asociaciones benéficas –que, aunque poco, algo es-, pero especialmente, de la colaboración de los países más ricos con las ayudas al desarrollo. Y esto, por desgracia, falla estrepitosamente. John Holmes, subsecretario general de la ONU para Asuntos Humanitarios, se lamentó, en una reunión que mantuvo con los representantes de los países donantes, de la falta de concienciación sobre la envergadura de la tragedia, siendo las ayudas recibidas menos de la mitad de los fondos que se necesitan y que se estiman en unos 700 millones de dólares.

Y uno se pregunta: Si las épocas de sequía parecen repetirse de una forma cíclica, ¿por qué no se puede actuar a tiempo con reformas sociales y estructurales que permitan el autoabastecimiento, aminoren los efectos devastadores de la sequía y la importación de alimentos? ¿Por qué se permite que el comercio local e internacional de alimentos no sólo sea un negocio sino un camino abierto a la especulación y al enriquecimiento derivado de ella? ¿Por qué los gobiernos de origen y la comunidad internacional planifican estrategias de intervención cuando ya el hambre y la desolación asolan a tantos millones de seres humanos?

Sabemos de las dificultades que existen para actuar en algunos países. Malí es hoy un polvorín tras los acontecimientos sucedidos en este país en el que hasta hace poco reinaba en él una relativa tranquilidad. Hoy es víctima, además de la sequía, de un golpe de estado, de una autoproclamación de un Estado tuareg y de la amenaza del grupo AQMI que financian la guerra santa con secuestros y extorsiones. Consecuencia de ello es que más de 200.00 refugiados han llegado a países como Níger, Burkina Faso o Nigeria que carecen de medios para acogerlos.

Dicen que los meses de junio y julio serán determinantes para los habitantes de la región del Sahel. Pero… ¿cómo escapar a esta muerte anunciada?



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