Entradas populares

martes, 2 de octubre de 2012

“FUME PUROS SR PRESIDENTE PERO NO ME ECHE A MI EL HUMO”

Tumba de Napoleón Bonaparte.Los Inválidos-París(foto J.A.Miyares)

ESPAÑA EN QUIEBRA ECONÓMICA

Acabo de leer que los Presupuestos destinarán 40.000 millones a pagar nuestra deuda soberana. Y también acabo de leer que España es el segundo país de la UE que debe un mayor porcentaje de su PIB: un 80% del total. Por delante de nosotros sólo está Francia, que debe un 90%. Pero el problema gordo lo tenemos nosotros, porque esos 40.000 millones no se destinarán a financiar servicios públicos ni a pagar a profesores y médicos, sino a pagar los intereses de la deuda monstruosa que hemos acumulado en estos últimos años. Una deuda, por cierto, de la que nadie ha hablado ni nadie ha explicado nada, como si fuera una tormenta de granizo que se ha abatido sobre nosotros a causa de un fenómeno meteorológico inexplicable. Y el primero que no ha dicho nada es el presidente del Gobierno, al que veo en una foto caminando por una calle de Nueva York mientras se fuma tan tranquilo un puro. Pues qué bien.

Es asombroso que Rajoy -y con él toda la clase política- no se dé cuenta de que esa actitud de tomarse las cosas con calma, como si estuviera fumándose un puro, se considera una muestra imperdonable de desapego por parte de la ciudadanía. Y si Rajoy tuviera unas mínimas cualidades de líder -que por desgracia aún no ha logrado demostrar-, debería aparentar un mínimo de comprensión hacia la situación dramática que está viviendo una gran parte de la población de este país, porque la gente está desorientada y desmoralizada y necesita saber que alguien está hablando claro. Y lo primero que debería hacer Rajoy es dar una explicación a todos los ciudadanos de cuál es el origen de la deuda y de las razones por las que se ha ido acumulando a lo largo de estos años. Y luego debería hablar de la burbuja inmobiliaria y de la burbuja financiera y de la burbuja sanitaria, pero también de la burbuja universitaria y de la burbuja autonómica.

Ya sabemos que eso significaría reconocer los errores o incluso los delitos que había cometido su partido -y todos los demás partidos-, y revelar las chapuzas y las pésimas políticas administrativas que han hecho desaparecer miles de millones de dinero público. Pero eso es lo mínimo que se le puede pedir a un gobernante que está llevando a cabo una política brutal de ajustes, y que tiene además a casi un 30% de la población en paro. En una situación excepcional -la más grave en los últimos 35 años- un presidente tiene que atreverse a hablar con claridad y a explicar la verdad. Porque si no lo hace, la gente se cree que la política de recortes es un capricho del PP, aliado con Merkel y los mercados financieros, cuando en realidad la política de austeridad es una necesidad imperiosa de un país que no tiene moneda propia ni liquidez para pagar las nóminas y que está al borde de la bancarrota.

Mucha gente se resiste a entender que muchos de nosotros hemos vivido durante mucho tiempo a costa de esa deuda monstruosa que cada día se iba inflando más y más, porque nuestros ingresos procedían de programas de empleo que no se creaban en la economía real, sino en la burbuja gigantesca que se iba financiando con cargo a la deuda. Y si no podemos pagar esa deuda, porque los sacrificios económicos van a resultar inasumibles, sería bueno que el Presidente nos dijera qué alternativas hay. Porque hay una muy fácil de reconocer: el impago de la deuda, o la suspensión de pagos, eso que los economistas llaman «default». Es una posibilidad que a lo mejor alguien debería plantearse. Lo hizo Argentina en 2001 y Venezuela en 2004 y Ecuador en 2008. En Europa lo hizo Rusia en 1991 y 1998, y también Ucrania en 2004, y lo hizo Grecia de forma parcial en 2011, cuando la UE aceptó una quita de su deuda de casi un 40%. Lo digo porque son realidades económicas que también ocurren.

Cualquier gobernante medianamente sensato debería empezar por reconocer ante sus ciudadanos la realidad de la deuda. O, de lo contrario, va a tener que acostumbrarse a vivir sitiado por una ciudadanía desquiciada y colérica, que además nunca querrá reconocer su parte de culpa en la monumental estafa colectiva que todos -unos más y otros menos- hemos ido protagonizando en estos años.



No hay comentarios: