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martes, 3 de julio de 2012

UNA VEZ ARRUINADOS Y SAQUEADOS TENDREMOS QUE ABANDONAR EL EURO Y VOLVER A LA PESETA

Fundador de la ciudad de Chaves-Portugal(foto J.A.Miyares)

La prensa alemana pinta un panorama apocalíptico.

Sobre la posible quiebra del euro
La prensa alemana ha pintado un panorama de la quiebra del euro de esos que echan para atrás a cualquiera. «Mirada al abismo», titula en tono catastrofista su información el muy serio semanario «Der Spiegel». Expertos en inversiones del Deutsche Bank califican, mientras tanto, de «escenario muy verosímil» esa posibilidad. Sería el sueño de los políticos nacionalistas, dice la revista, y «una auténtica pesadilla» para el conjunto de la economía. Habría que renegociar millones de contratos e intentar salvar de una casi segura quiebra a miles de empresas, y toda Europa se hundiría en una profundísima recesión.

Un economista de Hamburgo, Dirk Mayer, se ha atrevido incluso a pronosticar la hoja de ruta que seguirían los gobiernos en el proceso de abandono de la moneda común: el paso lo decidirían sin previo aviso un fin de semana y el lunes permanecerían cerrados todos los bancos.
Al día siguiente, bancos y cajas de ahorros comenzarían a marcar con un sello imposible de falsificar los billetes de los clientes, y se controlaría el movimiento de capitales. Hasta que se imprimiesen los nuevos billetes -los nuevos marcos, las nuevas pesetas o liras- se utilizarían como medio de pago los euros debidamente marcados.

Mientras tanto, los exportadores alemanes podrían echarse a temblar, porque los antiguos miembros del euro levantarían barreras arancelarias para proteger sus industrias nacionales y se daría seguramente al traste con todas las medidas adoptadas en los últimos años de común acuerdo por los europeos para proteger el medio ambiente. Sería algo así como el «sálvese el que pueda».
Las empresas germanas que, como Thyssen-Krupp, mantienen fábricas en los países mediterráneos como España o Italia verían caer, además, sus beneficios con la devaluación que sufrirían las nuevas divisas de esos países, pérdidas que no se verían compensadas por el correspondiente abaratamiento de la mano de obra en ese país.

En el sector financiero se produciría, además, una salida masiva de dineros de los clientes, a la que difícilmente sobrevivirían muchos bancos de los países del Sur, lo cual afectaría también, sin embargo, a los propios institutos de Alemania, Francia, Holanda y otros países, dadas las interconexiones existentes.
El ministerio germano de Finanzas ha calculado que en el primer año tras la ruptura del euro el PIB alemán caería hasta un diez por ciento y el número de desempleados superaría los cinco millones, algo difícilmente digerible para ese país.

En vista de un escenario como el pintado por «Der Spiegel», que apoya su reportaje en pronósticos de expertos de distintos países, los gobernantes europeos, con la canciller alemana a la cabeza, parecen jugar con fuego.
No debe extrañarnos que, a la vista de lo que ocurre, la revista británica «New Statesman» califique a Angela Merkel como «la más peligrosa de los líderes europeos». La canciller ve venir la catástrofe y, sin embargo, sigue erre que erre, y cuando, por presiones de la socialista Francia, parece finalmente ceder un poco, el bosque ha comenzado ya a arder por todas partes.

Uno se pregunta si los bomberos no son los auténticos pirómanos.



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